RINCÓN del TIBET

Nada mejor que esos abrazos con sabor a: “estoy contigo”

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Nada mejor que uno de esos abrazos con sabor a: “estoy contigo

Muchas veces, por muy fuertes que nos sintamos, por más autosuficientes y con capacidad de resolver nuestros conflictos por nosotros mismos seamos, nos hace falta saber que contamos con personas especiales que nos dicen a través de sus abrazos: “estoy aquí, contigo, no estarás sol@ nunca, ni te dejaré caer”.

Estos abrazos nos hacen reconocer nuestra fragilidad, nos conectan inclusive con nuestras debilidades y nos hacen remontarnos a nuestras más tempranas edades donde el refugio de los brazos de quienes nos amaban, no se comparaba con nada.

 

Químicamente hablando

Los abrazos tienen propiedades que favorecen nuestro sistema nervioso e inmunológico, la liberación de hormonas que se produce al abrazarnos a alguien nos tranquiliza, nos hace sentirnos seguros, amados, queridos y protegidos, así que no menospreciemos el poder de los abrazos y la magia que ellos encierran.

Los abrazos sinceros nos permiten acoplarnos al cuerpo del otro hasta sentir sus latidos, nos permite sentir la piel, el olor, la temperatura de quien abrazamos y nos permite conectarnos no solo a nivel físico, sino dar o recibir un apoyo emocional que nos brinda sosiego en un momento dado.

 

Espiritualmente hablando

Los abrazos parecen salir del alma de quien los ofrece, haciendo que entre esos brazos se genere un campo cargado de la energía necesaria para reponernos, para drenar, para salir adelante. En un abrazo nos compenetramos y a través de él dividimos nuestras penas, calmamos nuestros miedos y multiplicamos las fuerzas, las esperanzas y la confianza en que todo resultará de la mejor manera.

Los abrazos que nos dan cuando más los necesitamos, tienen un valor superior a aquellos que nos celebran, nos felicitan, nos reciben, que una siendo importantes y los agradecemos y nos nutrimos a través de ellos, pues no se comparan con aquellos que nos reparan cuando nos sentimos rotos.

No subestimemos un abrazo y sus efectos, muchas veces es lo único que una persona necesita para levantarse, para sentir que no está solo y a pesar de que las cosas pueden no estar bien, tenemos a alguien que nos dice que no tenemos que dar los pasos solos, que contamos con afectos que nos cuidan y nos protegen, más allá de cualquier circunstancia.

Aprendamos a demostrar el afecto y la solidaridad en todas sus formas, todos los detalles cuentan y animémonos a dar y a recibir esos reconfortantes abrazos que hace no harán que las penas desaparezcan, pero sí cambiarán nuestra manera de hacerles frente.

Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet

 

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