Las promesas son terribles ataduras y si te sientes atado, buscarás liberarte
Una de las principales búsquedas de todo ser humano, es la de la libertad. Solemos intentar encontrarla por muchas vías, evitando aquello que nos limite y nos encadene. Las promesas nos hacen sentir obligados y algunas veces asfixiados y presionados. Y si somos quienes las recibimos, nos hace permanecer en la espera y con la potestad de recordar para nosotros o para quien promete qué es lo que debe hacer.
Quien menos promete, menos decepciona.
Lo que damos, debe surgir de forma espontánea, no de algo que nos dé la sensación de que no estamos completamente conformes, de que si no hubiésemos las promesas que no queríamos, probablemente no estaríamos procurando cumplirla. Muchas veces cuando sentimos la presión de lo que una promesa significa, tendemos sencillamente a querer salir de aquello que sentimos como obligación.
Las promesas no tiene nada que ver con no asumir responsabilidades o compromisos, tiene que ver con actuar en concordancia a lo que realmente queremos, cuando hacemos lo que nos gusta o nos llena no lo sentimos como una carga, nos sentimos satisfechos. No son necesarias las promesas, mucho menos aquellas que nos colocan en una posición incómoda, es necesario actuar desde el corazón, sabiendo exactamente qué es lo que debemos hacer sin colocar sobre nosotros la espada de Damocles.
Actúa siempre desde el corazón, haz las cosas con cariño, con pasión, valora cada minuto de tu tiempo y cada inversión de energía. Hazte responsable de todo lo que ocurra en tu vida, pero no te encadenes tú mismo, porque instintivamente sentirás rechazo a cualquier cosa que atente contra tu libertad y querrás zafarte.
Algunas veces vemos necesario las promesas para incrementar la credulidad hacia nuestras personas, promesas que sabemos que podemos romper en cualquier momento, porque hasta los contratos con mayores cláusulas tienen una vía de escape, pero no nos hará sentirnos bien hacer caer nuestra palabra.
Si es algo que haremos con gusto y placer, no lo prometamos, porque le daremos carácter de obligatoriedad a algo que ya teníamos pensado hacer y si es algo que no queremos o pero no tenemos intenciones de cumplir, para que poner nuestra palabra en tela de juicio y procurarnos la incomodidad de reconocer nuestras limitaciones en torno a lo que hemos prometido.
Si quieres amar toda la vida, hazlo, si quieres ser mejor persona, hazlo, si quieres comprar un bien en un lapso de tiempo determinado, hazlo, pero no busques la aceptación de los demás a través de una promesa, a fin de cuentas los motivos para hacer lo que queremos hacer deben venir del corazón. No prometas, actúa y esa será tu mayor recurso de credibilidad.
Cuando te inunde una enorme alegría, no prometas nada a nadie. Cuando te domine un gran enojo, no contestes ninguna carta. ― Proverbio chino