Solemos pensar que los descontroles mentales como la ansiedad y la depresión, que podemos en cualquier momento atravesar, son un reflejo de debilidad. Pero nada más lejano a la realidad. Por lo general quienes padecen trastornos de ansiedad o cuadros depresivos, son personas que se vieron sometidas a un exceso de carga y su mente no tuvo más remedio que invitarles, de una manera poco amena a reorganizar sus vidas y sus prioridades, en la mayoría de los casos escogiéndose a ellos mismos, antes que a los demás.
Quienes sufren de ansiedad o depresión, son personas como cualquiera, sin más, ni menos recursos, que se ven forzadas a sacar de sí una fuerza que ni ellos mismos sospechaban de su existencia para lidiar con lo que representa que la mente vaya en otra dirección a lo que los hace sentir cómodos y seguros.
Si alguien no ha padecido de ansiedad o de depresión, no puede tener ni idea de lo que afronta una persona cada día, desde que abre sus ojos, hasta que finalmente logra conciliar el sueño. Son dos trastornos opuestos, pero que muchas veces se acompañan y hacen que la situación sea incluso peor.
Si padeces alguno de estos cuadros o ambos, reconoce la fortaleza que hay en ti, reconoce el valor que debes tener cada día para tratar de llevar una vida normal, para poner toda la mejor disposición para que el día sea mejor que el anterior. Con miedo de tener un ataque de pánico o bien a derramar lágrimas por cualquier pensamiento tonto que se cruce por tu cabeza.
Las cosas se salen de proporción cuando se padece de ansiedad o de depresión, algo sencillo, puede verse extremadamente grande y lo realmente importante, podemos optar por obviarlo totalmente.
Todo pasa
Lo importante para quienes padecen de ansiedad o de depresión es que entiendan que ese problema no tiene por qué ser permanente, que con solo unos ajustes de relativa importancia, la vida pasa a tener un gusto y un sentido diferente. Y las cosas mejoran, las cosas se transforman en algo mejor a lo que solían ser antes de cualquier padecimiento y la vida se comienza a apreciar diferente.
Porque la luz, luego de haber vivido en medio de tanta oscuridad, se valora de manera especial, con la consciencia de que hay algo más y la valentía que se siente al saber que se puede superar.
Si vemos desde afuera a alguien deprimido o que padece de ansiedad, tengamos la mayor empatía posible, seamos lo más asertivos que podamos, entendiendo que esa persona quizás esté viviendo lo peor de su vida y cada día busca la manera de salir de allí, algunas veces de manera muy activa y otras un poco más sutil. Pero manteniendo en el fondo la esperanza de que van a superar cómo se sienten y podrán volver a vivir sus vidas en colores y no en tonos de grises o bien rojos brillantes que encandilan y perturban.
Brindar apoyo
Es cierto que solo quien está padeciendo de alguno de estos cuadros es quien puede salir de donde se encuentra, pero quienes le rodean pueden ser de mucho apoyo, de mucha ayuda. Si son comprensivos y compasivos pueden ser la barra perfecta que alguien utilice para dar el salto hacia el bienestar. Así que no menosprecies tus esfuerzos y actúa siempre desde el amor y la solidaridad, que el amor siempre tiene la capacidad de inyectar más fuerzas y sobre todo de sanar.
Cualquiera puede estar bastante bien el día de hoy y mañana comenzar a padecer de trastornos de ansiedad o afrontar un cuadro depresivo… Pero la buena noticia es que de la misma manera, puede despertarse un día y haberse reconciliado con la vida y nunca más volver a padecer nada que lo aleje de su bienestar.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet