Es tan bueno saber a dónde ir, como saber a dónde no regresar
La experiencia es algo que debemos aprovechar, es ella la que nos evitará cometer los mismos errores del pasado, que nos permitirá tener herramientas y recursos para detectar cuándo un sitio no nos hará bien o cuando una situación determinada representará un riesgo para nuestra integridad y nuestra seguridad.
Es muy importante saber a dónde queremos ir y planificarnos al respecto, acercarnos cada día a ese lugar, esa persona o condición que tenemos en mente como punto de llegada, sin embargo, cuando ya hemos transitado algunos camino que no nos han llevado a ninguna parte, será de utilidad, sin guardar resentimientos ni rencor, recordar las rutas, para que no sea necesario atravesarlos nuevamente.
Todos podemos albergar en nuestros corazones, la esperanza de que algo o alguien cambiará, pero si queremos evitarnos el riesgo de revivir una mala experiencia, lo mejor será dejar ciertos destinos de lado y sencillamente escoger otros.
A veces no bastará con la experiencia y probablemente tengamos que salir otra vez con las tablas en la cabeza por darle la oportunidad a algo que en cierto momento no nos hizo bien. Pero si podemos evitar esos riesgos, porque a pesar de tener esperanzas, sabemos que lo que nos lastimó puede estar allí latente, solo esperando la oportunidad de repetirse, será de mucha utilidad considerar las vivencias pasadas y ahorrarnos una potencial mala experiencia.
Evidentemente hay que ser cuidadosos con el tema de riesgos, porque no es que vamos a generalizar nuestras experiencias y nos convertiremos en personas que no tomen ninguna oportunidad por miedo a repetir una vivencia dolorosa. Debemos saber filtrar, no se trata de que tuvimos una experiencia en el amor desgastante con una persona de un perfil determinado, evitemos ese tipo de perfil y mucho más a la misma persona, no que no cerremos al amor.
A nuestras vidas atraemos lo que necesitamos saber para nuestra evolución, pero siempre somos nosotros los que decidimos cómo aprender, si nos tomamos la tarea de hacer un cierre de ciclo adecuado, de rescatar la lección, de reconocer nuestros errores y de crecer como personas, quizás no estaremos tentados a recorrer un mismo camino dos veces. Sin embargo, cuando se quedan cabos sueltos es cuando aún nos quedan cosas por resolver y esto no es una obligación para recorrer un camino, pero sí una invitación a revisar lo que quedó pendiente.
Al sanar nuestras relaciones, evitamos riesgos de revivir experiencias y nos preparamos para otras que necesitemos para nuestro crecimiento. La sanación normalmente se hará presente ante la aceptación, ante el perdón y ante el dejar ir todo aquello que no nos hace bien. Guardemos en el corazón solo aquello que nos nutra.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet