RINCÓN del TIBET

El ejemplo es la mejor manera de educar

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El ejemplo es la mejor manera de educar

Muchas veces queremos que nuestros hijos o los pequeños a nuestro cargo sean seres “de bien”, que se puedan desarrollar de la mejor manera a futuro, que lleven consigo los principios y valores que nos parecen importantes, que lo que les decimos quede grabado en sus mentes para aplicarlo cuando lo necesiten. Sin embargo, suele ocurrir, que nuestros discursos no son coherentes con el ejemplo que le damos.

Los niños aprenden mucho más a través del ejemplo, que a través de nuestras instrucciones o consejos. Lo que ellos vean en su hogar, en su colegio, en los lugares donde se desenvuelva, será un marco referencial para ellos.

A un niño se le puede pedir que sea educado, pero le será complicado si sus ejemplos se caracterizan por llegar a un sitio y no ofrecer un cordial saludo: Buenos días, buenas noches, si no se ofrecen disculpas por tropezar, por llegar tarde, por hacer algo que ha afectado a otro de alguna manera, si no se pide por favor, si no se dan las gracias.

Podemos decirle a un niño que se acostumbre a respetar, pero si le gritamos para ello, si sus cuidadores no lo respetamos o le faltamos el respeto a alguien más en su presencia, él no sabrá distinguir límites, ni qué representa en sí una falta de respeto, luego no tendrá conceptos claros de lo que debe esperar en el trato hacia su persona y tampoco cómo debería ser el trato acorde a los demás.

Si decimos groserías o malas palabras en presencia del niño, nos quedan pocos argumentos para exigirle que no las diga él. Si no nos ve compartir, no podrá afianzar esa conducta en su vida.

Los niños son unas esponjas con una capacidad de aprendizaje ilimitada, se encuentran en la edad perfecta para desarrollar su identidad, sus conductas predominantes, los valores que aplicará en su vida. Por eso debemos ser extremadamente cuidadosos y especialmente coherentes en relación a lo que decimos y el ejemplo que le damos, sin suministrar una doble información.

Si queremos que sea un niño que sepa amar, comenzando por él mismo. Aprendamos a amarnos y dediquémosle a él nuestras mejores demostraciones de afecto. Seamos prudentes y respetemos la inocencia y las edades de los pequeños. Para todo hay tiempo, pero el ejemplo se da de manera continua, mientras mejores seamos nosotros, mejores serán nuestros pequeños, así que trabajemos por ellos y nosotros en modelar cada día nuestra mejor versión.

Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet

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