RINCÓN del TIBET

El don de las buenas personas está en los pequeños detalles

Las buenas personas no se caracterizan normalmente por grandes actos heroicos y a veces hasta fortuitos, sino por llevar una continua y sostenida conducta en la que predominan las pequeñas buenas acciones.

Su centro va más allá de ellos mismos

Su naturaleza es hacer el bien, pensar no solo en ellos, sino en el beneficio que pueden ofrecer a través de sus actos a quienes les rodean. Las acciones las realizan de forma desinteresada, sin esperar nada a cambio.

Las buenas personas, no lo son con el fin de ganar puntos, ser recompensados o reconocidos. Su satisfacción consiste en hacer algo positivo por alguien más, su regocijo va hacia su alma y no busca engrandecer su ego.

Hay muchas personas que se llenan la boca haciendo público lo que hacen, sus gestos de bondad, lo que dan, pero por lo general estas personas no lo hacen por ser “buenos”, no es que sean malas personas, sino que la bondad no es su motor. Resulta un estímulo para estas personas lo que van a obtener con esa acción, el beneficio que recibirán. Y aun cuando hacen bien, se diferencias de esas buenas personas a quienes reconocemos en esta entrada.

Esas personas que llenan sus vidas de buenas acciones, esperando mejorar en algo, ayudar o facilitar la vida de otros, se reconocen porque apenas están cerca, uno siente que lleva menos carga. Manejan el arte de manifestar bienestar a través de su simple presencia, tienen el don de que todo parezca más sencillo con solo ellos estar presentes.

La humildad siempre está presente en sus corazones

La humildad caracteriza a estas personas, no importa si tienen mucho o poco que dar, lo que dan lo hacen de corazón. No se creen más que los demás por tener un corazón cargado de nobleza, de hecho muchas veces ni siquiera son capaces de ver todo lo que a través de sus acciones, por pequeñas que sean, hacen por la vida de los demás.

De seguro en tu vida hay alguien así de especial, quizás eres tú, quien no pierde la oportunidad de iluminar la vida de alguien, dándole un poco de tu luz. Estas personas son necesarias para equilibrar un mundo tan convulsionado, tan interesado y tan transaccional como el que tenemos hoy en día.

De cualquier manera la bondad se debe cultivar en cada corazón, eso está allí, en nosotros, pero nos hemos vuelto tan interesados, que nos cuesta hacer algo a cambio de nada, que ayudar a alguien, invertir nuestro tiempo y nuestras energías, en algo que no nos traerá algún beneficio, nos parece que no cabe en nuestras dinámicas.

Recordar que todos somos uno, nos puede ayudar a ser más solidarios, más empáticos, a mirar al otro sin juzgarlo y aportar al otro algo que le genere algún beneficio, siempre nos va a hacer mejores, aprendamos a hacerlo sin interés particular, sin buscar un aplauso o una placa con nuestro nombre. Cuando nos acostumbramos a hacer el bien, vemos como nuestro corazón se hace cada vez más grande, con más y más capacidad para dar, para procurar lo mejor a los demás.

No podemos engañar al Universo

El Universo que percibe nuestras vibraciones y entiende nuestras verdaderas intenciones, sabrá traer de vuelta lo que corresponda y nosotros quedaremos inflados de amor o de ego. Procuremos siempre poder ofrecer nuestra mejor versión, aquella que viene desde el amor que llevamos y cultivamos. Hagamos el bien cada vez que podamos y no desestimemos el efecto que puede generar una sola pequeña acción.

Si todos optáramos por hacer una sola pequeña cosa al día por alguien más, de seguro el mundo sería un lugar más ameno, cargado de más sonrisas y menos egoísmo.

Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet

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