RINCÓN del TIBET

El corazón no es de quien lo rompe, es de quien aprende a armar los pedazos

El corazón no es de quien lo rompe, es de quien aprende a armar los pedazos

Reparar el corazón de la persona amada puede ser una de las mayores cruzadas que puede atravesar alguien en cuanto a relaciones sentimentales se refiere. Lamentablemente casi todos llevan consigo heridas emocionales que representan una especie de limitación para establecer una relación sana, casi todos han tenido un fracaso sentimental que ha dejado huellas en su corazón y pocos se salvan de intentar reconstruir sus vidas luego de una decepción amorosa.

Aunque representa un trabajo personal sanar las heridas de un viejo amor, muchos tienen la fortuna de encontrar a su paso personas que les hacen el camino más sencillo, que sostienen las partes de ese corazón roto y ayudan poco a poco a curar esas heridas, a través del amor, de la comprensión y de la muestra de que siempre existe la esperanza de volver a sentir sin que el corazón duela.

Se debe tener mucha paciencia con las personas que han sido lastimadas en el amor, ya que por lo general se encuentran predispuestas y colocan sobre sí la mejor de las armaduras para no encontrarse nuevamente lastimadas. Muchas veces no se logran ver las heridas aún sangrantes, porque sencillamente intentan esconderlas bajo su capa de protección, irónicamente mientras más esconden sus heridas, las mismas tardan más en sanar. Se vuelven fríos distantes, desconfiados, desesperanzados y muchas veces sin intención de volver a dedicar sus sentimientos a alguien más.

Pero definitivamente el amor todo lo sana, es la única fuerza capaz de revertir el dolor, paradójicamente dolor producido por algún otro amor. La persona herida debe ser alcanzada a través de las muestras más sinceras de cariño, que digan por sí mismas cuánto están dispuestas a ofrecer, a cuidar, a respetar y a ayudar a olvidar los amargos tragos que se probaron en el pasado.

El amor sólo con amor se paga, las heridas de amor sólo con amor

se pueden curar.― Juan de la Cruz

 

La recompensa no es poca, la recompensa de ayudar a sanar un corazón disperso, mutilado o sencillamente herido, será la conquista de ese corazón, la conquista de los más profundos sentimientos y la promesa de un amor sincero sobre que será la base para decirle al mundo que el amor está allí para sentirlo, para experimentarlo, para vivirlo… y que aunque a veces duela, siempre podremos reconstruir un corazón roto, siempre podremos sustituir la tristeza por nuevas alegrías y siempre podremos darle la oportunidad a alguien de que nos ayude a sentir lo maravilloso de amar.

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