Da a cada quien el valor que merece
Resulta muy subjetivo el valor o la posición que damos a la gran cantidad de personas que cruzan por nuestra vida a lo largo de ella y es un error muy común administrar de forma poco acertada nuestros afectos, nuestros recursos, resultando entonces en una mala distribución que trae como consecuencia que centremos nuestra vida en personas que no necesariamente lo merecen.
Es de mucha utilidad para nuestra salud física y mental que podamos utilizar un buen criterio para que en nuestra vida estén las personas que nos hacen crecer a través del amor, la comprensión, la amistad y la solidaridad, esto nos da la oportunidad de evitarnos sufrimientos y heridas emocionales generadas por dedicar parte importante de nuestro ser a personas que no necesariamente valen la pena.
Reconociendo nuestros afectos
El amor no debe doler, cuando hacemos una evaluación de cómo nos sentimos, cuando nuestra balanza tiende a un estado de descontento, es de utilidad evaluar cuáles son los sentimientos que predominan en nuestro corazón, cuáles son los pensamientos asociados a ellos y cuáles son las sensaciones que nuestro cuerpo experimenta al respecto y es de vital importancia hacer una identificación de las personas que están involucradas en esto.
Definitivamente nadie es responsable de lo que sentimos y pensamos, somos nosotros quienes damos cabida a ellos, somos nosotros quienes dejamos que eso aflore en nuestro ser y lo más ventajoso: somos nosotros quienes tenemos la potestad de decir basta a una situación en la cual sentimos que estamos siendo afectados de forma negativa.
Toda experiencia nos genera un crecimiento, toda vivencia, inclusive toda lágrima, pero la vida es realmente hermosa y con una infinidad de posibilidades como para someternos a crecer por la vía del sufrimiento, querer a alguien que no nos quiera, pensar en alguien que nos hace daño, dar sin recibir nada, desgastarnos por otra persona, nos coloca en una situación condenada al sufrimiento.
Por ello es de vital importancia tomar una pausa y apelar a nuestra madurez emocional, aquella que puede guiarnos a seleccionar a las personas que forman parte de nuestras vidas y merecen nuestro reconocimiento de acuerdo a cómo nos hacen sentir, si una persona en términos generales está vinculada a nuestro malestar emocional, nos sentimos tristes, desilusionados, mermados, explotados, desvalorizados, humillados o cualquier otro indicador de malestar como consecuencia de esa interacción, esta persona no merece nuestra atención, quizás no podamos sacarla de nuestra vida, porque lamentablemente no siempre es viable, pero no merece la inversión de nuestros recursos en ella.
Tenemos la responsabilidad de darnos bienestar, de ofrecernos paz, de hacer lo que esté a nuestro alcance para conseguir nuestro bienestar (sin perjudicar a otros), y bajo esta premisa debemos dar el valor que cada quien merece, siendo lo más justos posibles con los demás, pero principalmente con nosotros mismos.
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Un amor que se mendiga no es amor
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No mendigues la atención de nadie
Valora lo que tienes mientras estés a tiempo