Cuando alguien querido muere, muere también una parte de ti
La muerte de un ser amado puede ser vista de muchas maneras. Mi preferida a título personal es que pasan de vivir entre nosotros a vivir dentro de nosotros y a través de nuestra vida, de nuestros recuerdos, del amor que se inclusive crece en medio de una ausencia que no podemos acortar.
Sin embargo, también podemos reconocer que cuando un ser querido muere, algo dentro de nosotros también lo hace… Hay un espacio de nuestras vidas que era destinado a ser con esa persona, que ya no se ocupará más. Podemos incluir a más personas, podemos dar ese amor que sentimos que nos sobra a otras personas, pero ese pedacito le seguirá perteneciendo de manera exclusiva a esa persona que se nos adelantó.
Lo que hacíamos con esa persona, las conversaciones que sosteníamos, las risas, las discusiones, las miradas, la conexión, el calor de esa persona habitaba de alguna manera en nosotros y al dejar de estar esa persona accesible para siempre, ese pedacito de nosotros que éramos a su lado, muere, no tiene a través de quien vivir. Aun cuando nos abramos a otras experiencias, aquello no se puede sustituir.
Ciertamente nos regocijamos y consolamos en los recuerdos hermosos, alguna que otra culpa se abre paso y nos habla de aquello que de acuerdo a nuestro actual criterio pudimos haber hecho mejor. No le demos mucha fuerza a esto último. Siempre habrá un universo de posibilidades y la que hayamos escogido fue la perfecta, la que creamos para nuestra vida y la única que pudo haber ocurrido como resultado de lo que éramos en ese momento.
Si hoy existe una brecha entre lo que fuimos y lo que somos, eso normalmente nos habla de evolución, pero con ella no deben llegar las culpas y los remordimientos en relación a lo que fuimos e hicimos con los recursos que tuvimos. Por el contrario, con la evolución, debe llegar el agradecimiento por cada experiencia, por cada persona que tocó de alguna manera nuestras vidas e inclusive la admiración por nuestros cambios y la versión mejorada que pudimos haber alcanzado.
Ahora bien, quien ama, tiende a apegarse, a resistirse a la partida del otro, e inclusive a la propia… Queremos ser eternos y estar amando de manera constante… Y la buena noticia, es que eso somos, esta experiencia nos permite sentir a través de nuestro cuerpo, pero nuestra esencia es amor puro, del que no muere nunca y que nos mantiene unidos a nuestras almas amadas durante la eternidad.
Por: Sara Espejo