RINCÓN del TIBET

Ayer mi pareja me golpeó

Ayer mi pareja me golpeó

Desde hace cierto tiempo nuestras discusiones se han tornado violentas, se han hecho presentes las ofensas, los gritos, los desaires, sin embargo, nunca pensé que esa persona que amo tanto llegaría a golpearme y con ese golpe no solo marcaría mi rostro, sino que con el mismo arrancaría cualquier posibilidad de estar con él… Por fuera no verás nada en comparación a lo que se ha roto por dentro.

La violencia en la pareja

Narraciones como éstas son más comunes de lo que pensamos, lastimosamente la incapacidad para contralar impulsos y emociones y una necesidad imperante de demostrar dominio y control, hacen que relaciones que quizás tienen mucho potencial, acaben, en el mejor caso abruptamente, tan abrupto como el golpe propinado, en otros más tortuosos, en una larga cadena de maltrato, dolor, sumisión, quiebre e inclusive la muerte.

Cabe acotar que cuando la violencia en cualquiera de sus formas se hace presente en la relación, es muy difícil que la misma vaya a menos, por el contrario, va paulatinamente creciendo y cada vez se torna más complicado reajustar los límites que se han sobrepasado.

Una pareja debe estar siempre alerta a los cambios de intensidad en los tratos. El maltrato no solo viene por una agresión verbal o por medio de golpes, hay muchas maneras de agredir sin que sea tan evidente. Así como hay muchas señales que dejan ver las personas de naturaleza agresiva.

Por ejemplo, quien no tiene muchos recursos para comunicarse, que evade las conversaciones, que prefiere no someterse a un conflicto, puede ser un candidato a tener poco manejo de sus emociones y terminar explotando agresivamente ante la presión.

Sea como sea, luego de cualquier agresión física no se puede volver atrás. Algo se rompe, sin hablar de la parte física, moralmente algo se desajusta. Para quien recibe la agresión normalmente se pierde la confianza, se genera impotencia, rabia, desconcierto, miedo, dolor, para quien agrede las emociones van desde el arrepentimiento, hasta la justificación y el disfrute del aparente control de la situación.

La violencia por medio de golpes, no debe jamás justificarse, ni siquiera (y en especial) cuando hablamos de la crianza de los niños, de allí partimos y cómo haya sido nuestra crianza determinará en gran medida qué tipo de adultos seremos.

Ciertamente somos seres humanos capaces de equivocarnos y de no saber controlar nuestros impulsos en una determinada situación. Pero aun haciendo este tipo de consideraciones no podemos negar que un golpe representa un fin, el fin de una relación que había sabido manejarse, el fin del amor, el fin de la paz, el fin de la confianza o de muchas otras cosas importantes y el inicio de una nueva etapa cargada de resentimiento y dudas o en el mejor de los casos del inicio de una revisión individual, un ajuste de parámetros, un reconocimiento, un ciclo de perdón y un camino por recorrer juntos o separados.

En el caso de que una pareja decida continuar, jamás deben pasar una agresión física de manera desapercibida o hacer como que no ocurrió, sería un segundo grave error cometido de manera consecutiva. El hecho debe trabajarse y debe haber las disculpas asociadas y un compromiso de ambas partes que sea creíble y ajustable a las medidas de la pareja.

Pocos casos son los que continuando una relación luego de una agresión física, pueden contar el hecho como un acontecimiento único y aislado. Pero quizás sea necesario que cada pareja experimente a qué porcentaje pertenece.

Lo importante es que la pareja no se quede anclada a relaciones violentas, donde se vulnere la paz, la integridad, la dignidad. La interacción en la pareja es de dos y ambos son responsables de lo que permiten en su relación. Sin que esto en lo absoluto represente responsabilizar a la parte agredida por los actos cometidos por el otro, cada quien debe tener autocontrol y no remontarse a épocas incivilizadas donde no se tenía mayores recursos de interacción.

La violencia no tiene que ver con el género, aplica tanto a hombres como a mujeres, los hombres quizás llevan la fama más que todo por una cuestión de fenotipo, pero son muchos los casos reportados (muchos más los no reportados), en los cuales la violencia proviene del género femenino, de igual manera lo mencionado acá aplica de manera indistinta.

Es prioritario que si la persona agredida no sabe o no se siente en su mejor momento para salir o hacer manejo de la situación, busque ayude, pero que nunca se someta a lo que no le hace feliz, sino que por el contrario le acaba poco a poco.

Luego de un golpe, es decir, una agresión física se presentan muchas dudas: ¿Se lo cuento a alguien?, ¿Busco vengarme?, ¿Espero a que se disculpe?, ¿Lo volverá a hacer?, ¿Pude haberlo evitado?, ¿Habré sido culpable? Y no hay respuestas específicas a estas preguntas de manera particular e inmediata, salvo para: ¿Habré sido culpable? Cuya respuesta es un contundente: No. No importa qué haya hecho la persona que ha sido agredida, ninguna acción justifica la violencia, siempre habrá otros mecanismos para solventar o manejar una situación que no involucre ningún tipo de maltrato, especialmente físico.

Oportunidades hay muchas, no todas las personas son iguales, una persona puede tener muchísimas virtudes, pero si no valora, no respeta, agrede psicológica o físicamente, el balance deja de ser positivo. Y realmente, por más amor que se pueda sentir, ¿tiene sentido estar con quien hace de nuestra vida algo amargo y miserable, que nos llena de dudas o de miedos? La paz no tiene precio y cualquier cosa que tenga ese costo es sin duda extremadamente cara.

Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet

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