No importa lo que tengas o hagas, nadie es más que tú y nadie es menos que tú. Este es un principio que tiene la gente humilde y deberían recalcarnos desde muy pequeños, para no caer en la tentación de sentirnos más que otra persona, ni ofendernos o afectarnos cuando alguien nos intente disminuir o restar valor.
La gente humilde sabe que cada uno de nosotros es un ser único
Todos somos diferentes, con talentos y habilidades que nos caracterizan, que si las canalizamos y explotamos, nos pueden hacer llegar muy lejos. Pero incluso allá donde quizás nunca nos imaginamos llegar, a donde sentimos que pocos llegan, no somos más o menos que nadie.
Somos distintos, pero en la misma banda vertical. Nadie está por encima de los demás, ni debe sentirse con el derecho de mirar a otro por encima de su hombro.
La humildad fortalece
Hay quienes piensan que ser humildes, que el entender la igualdad entre nosotros es una debilidad, que incluso no va de la mano de quienes logran alcanzar metas importantes. Nada más alejado de la realidad, la humildad aporta, es una cualidad que se le suma al resto de los talentos y nos hace llegar incluso más lejos, inspirando en lo que podamos, aprendiendo de quien se nos acerque y atentos a que se nos presenten nuevas maneras de hacer las cosas, que prometan mejores resultados o mayor eficiencia.
Por ende, la humildad fortalece, nos hace ser flexibles a los cambios y adaptarnos a cualquier cosa que nos haga mejorar. Cosa que no permite la arrogancia, que es uno de los opuestos de la humildad.
Una persona arrogante nunca reconoce sus debilidades y por lo general no se responsabiliza de sus errores, por el contrario, busca a quien achacárselos, en su intento de lavarse las manos.
Detrás de todo complejo de superioridad hay uno de inferioridad oculto
Todo aquel que se cree más que los demás esconde un complejo de inferioridad que lo hace sentir amenazado. Constantemente busca la forma de opacar a los que brillan a su alrededor para no ver su luz atenuarse. El pretender ser más que los demás es solo la armadura que esconde la certeza de que no sienten coherencia con lo que reflejan y no quieren darles el reconocimiento a los demás de que se sienten superados.
Solo para ellos hay esa distinción de más o menos que… Pero tratan de hacer sentir diminuto a quien los escucha. Normalmente no son buenos amigos, ni buenas parejas, ni buenos líderes. Siembran resentimiento, apagan sueños, generan rechazo y no permiten a los demás alcanzar su potencial si esto se encuentra en sus manos.
La envidia es un ingrediente adicional
A quien se siente más que los demás, normalmente el logro ajeno es motivo de disgusto. Quizás no hagan algo para que a los demás no les vaya bien o al menos no mejor que a él, pero sin duda, no le alegrará la superación en cualquier ámbito de cualquier otra persona. Más cuando se trata de un campo que él no domina.
Por lo que siempre buscará desmeritar, calumniar y empequeñecer a quien alcance cualquier logro. Sin entender que esa energía que invierten en ello, la restan a lo que podría hacer para enriquecer sus propias vidas. La gente humilde jamás haría eso.
Admiro a la gente humilde, porque no importa su situación, mantiene su esencia, no idolatra a nadie y tampoco minimiza. Tiene mi total respeto quien tiende una mano a sabiendas de que ese impulso será suficiente para que otra persona llegue a donde él no ha podido. De cualquier manera la vida no es una competencia. Debemos esforzarnos en alcanzar nuestros sueños, no en minimizar a los demás.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet