RINCÓN del TIBET

A los que se han ido y ahora duermen en nuestros corazones

se han ido

Raras veces vemos la muerte como algo amable, incluso aunque los que se han ido ha estado sufriendo en sus últimos momentos, normalmente no sentimos un alivio a tal escala que nos haga sentirnos cómodos ante la presencia de la muerte.

Nunca estamos preparados para asimilar la llegada de la muerte de los que se han ido

Algo tan seguro como ella y nunca estamos realmente preparados para su llegada. Nada que nos quite a una ser amado de nuestro lado, puede ser visto con nuestros mejores ojos.

Sin embargo, bien nos toca acostumbrarnos a esas ausencias, a no escuchar más la voz de esa persona especial, tenemos que resignarnos a nunca más volver a abrazar, ni vernos en esos ojos… La verdad es que una parte de nosotros se va con esa persona, una parte nuestra que solo era así con ella o para ella, esa parte que hablaba de algún tema en particular o esa parte que esperaba una rica comida, esa parte que se reía de algún invento que quien no estará más entre nosotros, también se va para no volver.

Pero así como esa parte de nosotros se fue con algún ser amado para siempre, la esencia de ese ser permanece en nosotros, en nuestros corazones, donde no hay vida ni muerte, donde simplemente seguimos amando durante la eternidad.

Seguimos amando a pesar de la ausencia

El corazón no deja de amar porque alguien no esté, ese lugar queda reservado, nadie más lo ocupará y el amor continúa allí, latiendo y enviándonos esas memorias para que de cuando en cuando recordemos cómo era estar con esa persona, qué compartíamos e incluso a veces para darnos esos mensajes que nos imaginamos saldrían de su boca para aconsejarnos en el momento justo.

No podemos burlar a la muerte, ella siempre llega, pero ella sabe que todo es un rompecabezas, que mucho de la persona que se lleva, queda regada en las personas que la amamos y algunas de nuestras piezas las toma en sustitución, al final pareciésemos que estamos completos, pero la verdad es que llevamos partes que no son nuestros, pero que las sentimos como tal, porque no hay manera de que podamos vivir sin alguien en el corazón, aun cuando ya el plano físico no nos permita cercanía.

Quizás deberían inculcarnos nuevas creencias en torno a lo único realmente seguro que tenemos. Pero mientras tanto cada quien debe hacer lo que más paz le dé a su vida. A mí me tranquiliza pensar que mientras recordamos a alguien, esa persona seguirá viviendo, no entre nosotros, sino dentro de nosotros.

Además mis creencias se van hacia una cadena casi infinita de experiencias, donde las almas que se aman de una forma especial, se acompañan a lo largo de la eternidad. Por lo que cuando me toca despedirme de alguien que amo, siento que mi alma de alguna manera sigue vinculada a la de él y podemos encontrarnos de muchas formas que quizás no entendemos con nuestro nivel de consciencia.

Siempre hay que recordar a los que se han ido

En todo caso, asegurémonos de amar y de recordar a esas personas que se nos adelantaron y que pusieron fin a esta experiencia, porque es la única manera que tenemos de aliviar los vacíos, de no sentirnos solos y de entender que lo más importante permanece, aun cuando quisiéramos cambiar la realidad y tener al menos una última oportunidad para compartir con esa persona en este plano, verla cara a cara y decirle todo lo que nos gustaría que escuchara, en especial cuando no hubo despedida.

A veces la muerte de alguien a quien amamos, nos hace valorar de manera diferente a quienes quedan y esto es solo un ejemplo de las bendiciones ocultas que cada experiencia puede dejarnos. El amor consuela y sana las heridas, el tiempo ayuda a que nos acostumbremos a las ausencias y a saber que sí podemos continuar, amando, honrando y agradeciendo a esas personas que formarán siempre parte de nuestras vidas.

A esas personas se han ido… simplemente no hay manera de que no estén.

Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet

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