Los Tangkas Tibetanos.-
En la vasta región tibetana, al oeste de China, se ve en los monasterios y los altares familiares un arte pictórico de colores vivos, rico contenido y alta categoría. Son los famosos Tangkas tibetanos, colgados en la pared, parecidos a la pintura enrollada de la etnia Han.
‘Tangka’, nombre de este estilo pictórico peculiar de la cultura tibetana, es la trascripción fonética de la palabra que significa “pintura de tela y seda enrollada capaz de desplegarse para la contemplación”, y data aproximadamente del siglo VII. Los factores que originaron y promovieron este tipo de pintura incluyen la cultura Bon (religión primitiva del Tíbet anterior a la llegada del Budismo), el arte de la escultura en los precipicios y la introducción del Budismo.
El Tangka posee obvias peculiaridades étnicas, un fuerte sentido religioso y un estilo artístico singular. Por eso, ha sido siempre atesorado por el pueblo tibetano.
La elaboración del Tangka es un asunto muy serio, pues se considera como parte del culto de la religión y como una forma de cultivar la virtud y la bondad y fomentar los principios del budismo, y no una manifestación arbitraria propia del artista. Por consiguiente, el pintor debe cumplir los procesos definidos y cultivarse varios días antes de iniciar la obra. A veces se realiza con anterioridad una ceremonia religiosa y se recitan sutras. Es muy raro que los pintores tibetanos dejen sus nombres en sus obras.
La elaboración del tangka implica un proceso muy complicado y una obra toma generalmente varios meses e incluso varios años. Incluye principalmente los trabajos de preparar la tela, hacer el bosquejo, poner y teñir los colores, marcar líneas con el pincel, pintar con oro líquido e incrustar el oro.
Ante todo, se usan hilos delgados para fijar planamente la tela en un soporte de madera. Luego se unta en forma equilibrada un pegamento líquido en ambos lados de la tela. Después de quedar seca, se la cubre con una capa fina de yeso y se la pule repetidamente con conchas y guijarros, hasta que la superficie de la tela sea resbaladiza y plana, sin dejar ver la fibra. A continuación se emplea una barra de madera carbonizada para delinear el perfil del buda y un lápiz para trazar las líneas.
Las pinturas son hechas con minerales naturales para realzar los colores vivos y permanentes. Después de poner los colores, se hace el bosquejo con pinceles coloridos y se pintan las figuras con oro líquido. Los pintores tibetanos tienen rigurosas exigencias sobre la calidad del oro en polvo, que debe ser puro cien por ciento.
El montaje del tangka es también muy exigente. Se cosen pedazos de seda de diferente color en los bordes de la pintura y se instalan dos rollos de madera en los extremos superior e inferior. Muchos tangka llevan en su perímetro márgenes rojos y amarillos y se cubren con una seda de tamaño idéntico a la pintura.
Después de ser montados, los tangka de tema budista suelen ser llevados a monasterios para la ceremonia de descorrer el velo, en la que se invita a lamas para rezar sutras e imponer las huellas de sus manos con oro líquido o cinabrio. Sólo así el tangka puede considerarse como objeto espiritual y sagrado.
Los temas de los tangka son mayoritariamente religiosos y abarcan también la medicina y la farmacología tibetanas, acontecimientos históricos, biografías de personalidades, costumbres tibetanas, leyendas folklóricas y cuentos mitológicos, referentes a la política, la economía, la historia, la religión, el arte y la vida social. Por lo tanto, el tangka es considerado la enciclopedia de la etnia tibetana.
La diferencia en el tamaño de los tangka es notable. La pintura más pequeña, hecha en papel, tela o piel de oveja, equivale a la palma de la mano, mientras las más grandes llegan a decenas e incluso un centenar de metros cuadrados y puede cubrir la ladera completa de una montaña cuando se hallen extendida. En el Tíbet se celebran festivales que consisten en desplegar y descubrir enormes Tangkas sobre la ladera de una montaña.