La complicidad lleva una profunda conexión que nos hace sentir seguros y cómodos junto a alguien. El poder confiar en alguien y mostrarnos tal como somos, sin cuidar las apariencias, sin miedo a resultar rechazados o juzgados es un preciado regalo que no todos llegamos a recibir.
Las relaciones cargadas de complicidad siempre resultan las preferidas, las que están allí como el refugio perfecto para nuestra sensibilidad, para nuestra irreverencia, el toque de locura o hasta de maldad que no somos capaces de exteriorizar con nadie más.
Donde podemos ser amados tal cual somos
Sentirnos respaldados y cuidados tal cual somos no se consigue en cualquier relación, mostrar todas nuestras facetas y encontrar del otro lado uno ojos que nos miran desde la paciencia, la empatía y la más profunda conexión, es sin duda una bendición cuando hablamos de vínculos en nuestras vidas.
Estamos acostumbrados a cubrirnos con máscaras, a mostrar lo que el otro quiere ver, a ser recatados y prudentes con lo que decimos, para que no piensen o no se den cuenta de que también tenemos un lado oscuro, que somos humanos con defectos, con actitudes que quizás no nos enorgullecen, pero que forman parte de nosotros tanto como las más brillantes virtudes.
Pero no todos son capaces de entender a otro en su plenitud, la gente normalmente gusta hasta el punto que coincide con lo que el que juzga determina que está bien, es por ello que muchas personas se cohíben de ser quienes son completamente, para evitar el rechazo y la distancia por lo que no se entiende o por lo que no se comparte.
Encontrar a una persona que nos genere complicidad, es como encontrar la libertad plena, es darle hogar a alguien tal cual es y sentirnos en casa estando junto a esa persona. Las relaciones más cercanas deben cultivar la complicidad, pero muchas veces el aceptar al otro tal cual es, elemento o condición necesaria para que la complicidad se dé, no es tan común en las diferentes relaciones, en especial en las de pareja.
¿Amores incondicionales?
Las relaciones de pareja pueden ser las más condicionantes que existen y por ende pudiesen ser las que encierren un amor tan alejado de lo que en esencia debería ser. Normalmente las relaciones de pareja duran lo que duran las condiciones en romperse o el tiempo que toma que ya una de las dos partes no sienta los beneficios como en algún momento.
Por eso muchas de ellas son frágiles. Un amor de pareja en donde hay complicidad, normalmente dura para siempre, incluso si la relación ha llegado a su fin. Porque se amó la esencia del otro, a la otra persona de manera integral y ese tipo de amor no se rompe, no se termina y ese lugar queda reservado para siempre en ambos corazones para esa persona con quien pudimos ser lo que realmente somos y de esa manera nos aceptó y nos amó.
Una de las maneras más sencillas y más honestas de conectar con alguien es a través de la complicidad. Entender al otro incluso en nuestras más grandes diferencias, nos acerca de una manera especial. Cuando le eres leal a alguien, cuando no sientes intenciones de juzgarle, ni que se adapte a algo distinto a lo que es, estás conectando desde un lugar alejado del ego, que hace que las relaciones se nutran, se fortalezcan desde la esencia de cada quien. Sin miedos, sin etiquetas, solo siendo y sintiendo al otro tal cual es…
Visto así, antes de hallar un buen amor, no sería mejor hallar un buen cómplice… quizás allí vaya implícito un amor más real que el tradicional.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet