RINCÓN del TIBET

Si debes forzarlo, acéptalo, no es tu talla

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Si debes forzarlo, acéptalo, no es tu talla

Muchas veces nos resistimos a aceptar algo que es evidente a nuestros ojos, pero que nuestro corazón se niega a procesar. Cuando debemos forzar algo para acoplarlo, para mantenerlo unido, para que encaje, es lógico pensar que el resultado no será positivo, que quedará apretado, que no será funcional y en la mayoría de los casos que dolerá.

Es normal que tengamos las mejores intenciones en generar nuestros objetivos, que pongamos empeño, energías, esperanzas y demos de nosotros lo mejor por conseguir algo que nos importa. Pero debemos saber cuándo parar, porque en caso contrario terminaremos lastimados y lastimando a otros.

Debemos aprender a manejar la frustración producto de aquello que no se nos da como lo hemos pensado, debemos aprender a protegernos. No se trata de montarnos una armadura, se trata de amarnos lo suficiente como para saber cuándo ya hemos dado demasiado.

Muchas veces nuestra tranquilidad no está tan ligada a lo que nos ocurre, como a la forma en la que manejamos la situación. La negación y la resistencia son unas de las peores actitudes que podemos presentar ante la vida en general. Colocamos nuestra vida en tensión, no sabemos cerrar ciclos y nos cerramos posibilidades de vivir nuevas y mejores experiencias.

Quizás resulta mucho más sencillo decirlo que hacerlo, pero lo cierto es que las decisiones que tomemos de manera temprana nos ahorrarán mucha energía mal invertida. La necesidad de forzar algo se hace notar en las relaciones de pareja en cualquiera de sus etapas, en la etapa de conquista, en la etapa de conocimiento o cuando la relación no da para más luego de haber existido algo que considerábamos valía la pena.

Puede ser que tengamos muchos sentimientos involucrados, que tengamos muchas ilusiones depositadas, que nos guste mucho alguien, que en algún momento hayamos vivido etapas de gran contenido, pero si las piezas ya no se acoplan, si ya no encajan, si ya no caben, no va a funcionar, hagamos lo que hagamos.

Invirtamos esos recursos en nosotros mismos, recobrando la cordura, recobrando nuestro centro, amándonos tanto que no nos resulte necesario, sino absurdo, forzar lo que de manera natural debería darse.

El amor no se debe mendigar, no se debe requerir una exposición de motivos, de un proceso de convencimiento para que nos amen, debemos sentirnos capaces de siendo quienes somos podremos tener a nuestro lado a quien nos valore, nos quiera y nos respeta y que si las cosas se complican pueda estar dispuesta a hacer los ajustes necesarios para que no se nos descalabre la relación, sino que se fortalezca.

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