Quien merezca tus lágrimas, siempre hará lo posible por verte sonreír
Las lágrimas son un reflejo de nuestras emociones, a través de ellas exteriorizamos nuestras mayores alegrías y nuestras mayores penas. Cuando ellas son generadas o estimuladas por alguien, posiblemente se trata de personas que ocupan lugares importantes en nuestra vida, bien sea porque son nuestros afectos o porque tenemos relaciones con ellas que influyen y nos afectan de manera directa.
Lo cierto es que nuestras lágrimas de alegría posiblemente podrían tener cualquier nombre, podríamos a través de ellas expresar nuestras más profundas emociones, la satisfacción plena, el éxtasis, la admiración… Pero nuestras lágrimas de pena, no se las merece nadie, haciendo las correspondientes salvedades de la muerte de un ser querido, el sufrimiento de un ser querido, la sensibilidad ante una injusticia y todo aquello que refleje nuestros sentimientos de amor y empatía por quienes son importantes para nosotros.
Quien nos ama, no cuida, nos protege, hace todo lo posible para hacer de nuestra vida, lo más armónico y placentero posible, está con nosotros para apoyarnos, para hacernos reír y para recordarnos que la vida es bello y que tenemos muchos motivos para agradecer el milagro de estar acá y contar con personas que se interesan por nosotros y procuran siempre nuestro bien.
Ninguna persona merece tus lágrimas, y quien se las merezca no te hará llorar. ― Gabriel García Márquez
Nuestros afectos, las personas importantes de nuestras vidas, deben llenar nuestro mundo de colores, evitar dedicarnos los grises, los negros… Evitar nuestro dolor en la medida de sus posibilidades, si alguien que nos importa procura nuestro dolor, nos lastima, nos ataca, nos descuida o hace algún tipo de acción que active nuestro sufrimiento, esa persona no nos quiere bien.
Alguien que no es capaz de evitarte una sola noche de sufrimiento no merece de mi amor. Jorge Bucay
Evidentemente solo nosotros somos responsables de lo que sentimos, nadie puede afectar nuestra vida sin nuestro consentimiento, por eso lo primero que debemos revisar son nuestros parámetros de merecimiento, qué es lo que creemos nosotros que nos merecemos, qué estamos dando a nuestros seres queridos, cuáles son los antecedentes ante estos escenarios y qué conceptos tenemos del amor.
Hay quienes aseveran que el amor es sinónimo de sufrimiento, que quien nos hace llorar es quien nos ama, que el amor implica sacrificio, pero esto no responde más que a un nocivo mito. Ciertamente podemos pasar momentos dolorosos con alguien que amemos, pero si esa es la cotidianidad y no está asociado a una situación particular, no debemos someternos a ese tipo de amor.
Nuestro amor propio debemos cuidarlo por encima de cualquier otro amor y una de las demostraciones que podemos darnos es preservar nuestro equilibrio, nuestra paz y procurar para nuestra vida todo aquello que nos impulse a vivir, que nos impulse a sonreír.