Nunca te arrepientas por las cosas correctas, que hiciste por las personas incorrectas
Algunas veces solemos reaccionar de forma contraproducente al percatarnos de que hemos invertido nuestra acciones buenas y correctas en personas que de acuerdo a nuestro criterio, no lo merecían. Podemos sentirnos burlados, estafados o sencillamente sentir que le hemos dedicado a las personas incorrectas una parte de nosotros que no les correspondía recibir.
Sin embargo, una de las cosas que distingue a las buenas personas es justamente la capacidad de dar lo mejor, inclusive sin pensar si la otra persona es merecedora o no de la acción, basta con saber que lo que hacemos va en concordancia con nuestros principios, con nuestros valores, con nuestra esencia como para no sentir ningún tipo de remordimiento por lo positivo o en pro de alguien, hagamos.
No debemos dejarnos dominar por el ego, con él concuerdan las actitudes revanchistas, la necesidad de recuperar lo que hemos dado, la poca capacidad de entender que todos estamos en un proceso de crecimiento y probablemente el juicio que emitimos sobre alguien puede ser ligero o injusto y la sensación de que las buenas acciones se desperdician en quien no vale la pena,
Muchas veces esas personas que consideramos no valer la pena, son las que demandan buenas acciones de los demás, porque puede ser justamente las carencias que ha sostenido durante sus vidas, lo que las hacen ser como son.
No perdamos tiempo juzgando o criticando, todos merecen nuestras buenas acciones, es justamente la manera en la cual debemos comportarnos con todos. Cada quien decide lo que quiere ser y hacer, lo que quiere proyectar, el hecho de que alguien sea diferente a lo que esperamos o queremos, no puede ser argumento para actuar de una forma diferente a la que corresponda a nuestra naturaleza.
Cuando decimos que alguien saca lo mejor o lo peor de nosotros, debemos revisar a profundidad qué es eso que ha brotado de nuestro interior, porque es parte de nuestra naturaleza y es muchas veces a través de los otros que llegamos a conocernos. Si exprimimos un limón, no puede salir algo diferente a zumo de limón, porque no hay algo distinto en su interior.
Los demás no deben condicionar nuestras actitudes o nuestras intenciones, lo que ellos hacen o dejan de hacer será su responsabilidad, nosotros decidiremos cómo nos afectan sus acciones. Pero cada uno de nosotros debe ser capaz de dar lo que le haga sentir bien y esté en sintonía con lo que realmente somos. Las acciones correctas serán aquellas que hablen de nosotros, por lo que hacemos, no por la persona que las reciba.
Así que preocúpate por dar de ti lo mejor e irás dejando huellas en las vidas de quienes toquen tu vida, huellas que hagan sonreír incluso a quienes pensamos en un momento dado, que no se lo merecen.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet