No te odio, ni te amo…
Llegué a ese punto en el cual me resulta indiferente tu presencia, ya no me duelen tus acciones, ya no me emociono al escuchar tu voz, sé que te conozco, que lo hice demasiado quizás, pero mi sentir se asemeja al que inspira aquella persona que no logras distinguir en la multitud.
Pasé por todas las etapas, en mi nacieron y murieron todos los sentimientos, te amé con locura, te quise, sentí compasión, rabia, frustración, lástima… te odié, con la misma intensidad con la que te había amado y hasta eso que hacía acelerar mi corazón de otra manera y planeaba venganzas que nunca ejecuté, desapareció.
Pero éste es el justo momento para despedirte de mi vida, para que oficialmente dejes de captar mi atención con alguna excusa. Viví contigo más de lo que me hubiese gustado, pero a la vez cambié tanto a través de ti, que no lamento nada de lo que ocurrió, siento que hasta mis lágrimas valieron la pena, porque sin ellas algo de lo que soy hoy en día, no me pertenecería.
Ahora reconozco en mí capacidades desconocidas, reconozco mi empeño, mi fuerza, mis puntos débiles y esas sensaciones de vacío, que no son otra cosa que señales de alarma, que son invitaciones a cambiar de rumbo. Algunas veces las ignoré, pero hoy en día, he aprendido a conocerme, a establecer mis límites y he aprendido a entender cuándo ha sido suficiente.
No me pienso victimizar, aun conscientes ambos de nuestras participaciones, no puedo negar que yo contribuí a este resultado, que en muchos momentos resté, que en muchos momentos me quedé sin energías, sin ganas de dar algo de mí, en muchos momentos estuve ausente aunque me pudieses alcanzar con tus manos.
Te pido perdón por cualquier herida que haya dejado en ti. Siempre quise estar en tu vida para hacerla más bonita, para hacerte sonreír, para honrar tu presencia y dar lo mejor de mí mientras compartíamos el camino… Pero no puedo negarlo, algunas veces nos quedamos con las intenciones, nuestras acciones no les corresponden. Aun así, ten presente que cualquier daño que te haya generado, fue sin proponérmelo de esa manera. Porque incluso cuando te odié sentía que te amaba.
Hoy ya nada siento, hoy no espero nada de ti, salvo que al igual que yo reconozcas que ya es el momento de tomar rumbos diferentes, de dejar de hacernos daño, de dejar de limitarnos. Es momento de darle paso al menos en pensamiento a aquello que una vez quisimos para nosotros y quizás tuvimos y no nos fue posible preservar. El amor verdadero no muere, pero quizás eso que decíamos sentir, sencillamente no fue amor o se transformó reduciéndose a su más diminuta expresión.
Mi corazón está holgado, hay espacio ahora para cargarlo de cosas, lugares y personas que despierten en mí esa alegría por la vida, esas ganas de agradecer por cada respiro… Y eso comienza por el amor que hoy sé que es el más importante de todos: El amor hacia nosotros mismos.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet