Las heridas se cosen con las agujas del reloj
El tiempo con su solo transcurrir es el elemento perfecto para ubicar las cosas en su lugar, para sanar las heridas y para que lo que una vez dolió, lo podamos recordar y salir ilesos.
Cuando algo nos ha lastimado, muchas veces no tenemos la paciencia suficiente como para esperar con la mejor actitud el tiempo necesario para que nuestras heridas sanen. Quisiéramos poder accionar un interruptor que nos permita dejar de sentir, a veces inclusive quisiéramos no haber vivido alguna experiencia o tener la capacidad de borrarla de nuestras vidas.
Pero en mutilar nuestra vida no estaría nunca la solución, mucho menos el aprendizaje y el crecimiento. La vida tendrá momentos que queramos atesorar y nos traerán felicidad al recordarlos, pero también estaremos expuestos a muchos tránsitos dolorosos.
Cada pérdida, cada herida, cada caída, nos marcará de determinada manera y cada una de ellas demandará un tiempo para que la sanación llegue, para que nos adaptemos a una nueva realidad, para que drenemos la rabia, para que nos resistamos y eventualmente aceptemos y dejemos de aferrarnos a aquello que de una manera u otra nos lastima.
No podemos acelerar los procesos de curación de las heridas, pero sí que podemos poner de nuestra parte para no anclarnos tenazmente a lo que no nos hace bien. Cuando concientizamos nuestros procesos podremos ayudarnos a nosotros mismos a sanar las heridas y fluir en el proceso, sin retrasarnos en el camino.
Colaboramos con la sanación de las heridas cuando:
- Nos permitimos pensar en cosas diferentes a aquello que nos duele.
- Nos dedicamos a hacer cosas que disfrutamos y nos hacen sentir a gusto.
- Soltamos la necesidad de tener razón.
- Decidimos perdonar y liberarnos de rabias, culpas y rencores.
- Dejamos de responsabilizar a los demás por lo que sentimos.
- No pretendemos ignorar lo ocurrido, pero nos limitamos a sacarle algún provecho.
- Nos cuidamos en el proceso, no nos recriminamos, nos criticamos o juzgamos.
- Pedimos apoyo cuando lo necesitamos.
- Valoramos las cosas positivas que nos ocurren.
- Ayudamos a personas que han sufrido por causas similares a las nuestras.
- No intentamos protegernos con una coraza impenetrable.
- No generalizamos y somos capaces de diferenciar y aislar las diferentes experiencias.
- Pensamos de manera positiva en relación a nuestro futuro.
- Agradecemos el crecimiento.
- Nos fortalecemos en el proceso.
Como vemos, podemos encontrar muchas maneras de ayudarnos a nosotros mismos mientras el tiempo transcurre. Evidentemente para cada quien los lapsos de tiempo necesarios para sanar son diferentes a los del resto, pero todos podemos hacer de ese proceso algo más o menos traumático.
Tengamos presente que a la larga por lo general deja de doler o nos deja de importar.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet