La familia no siempre es de sangre…
Esas personas especiales en nuestras vidas, que no tienen necesariamente que tener un vínculo sanguíneo con nosotros, para ocupar espacios especiales en nuestras vidas y que de la misma manera, nosotros tenemos en la vida de estos afectos un lugar reservado con nuestro nombre.
Los amigos corresponden a la familia que escogemos, a la que vamos haciendo a lo largo de nuestras vidas, para quizás en algún momento poder afirmar que quienes verdaderamente estuvieron en los momentos trascendentales, fueron estas personas que a lo largo del camino adoptamos como propias.
Si partimos del hecho de que cada una de las personas que tiene cabida en nuestra vida, obedece a la existencia de un propósito, podemos entender con facilidad cómo, así como acordamos caminos de evolución con personas a las cuales venimos unidos a través de nuestra sangre, también venimos pactados con esas personas que llegamos a amar, como si viniéramos con instrucciones específicas para nuestro encuentro, inclusive para nuestra participación en la vida de esas personas especiales.
Personas que sin tener la obligación de estar, sin tener un porqué, sencillamente están presentes en nuestras vidas, alimentándolas de sonrisas, de complicidad, de ánimos, de regaños oportunos, de hombros para llorar, de brazos para sacudir… de vida, de experiencias, de amor y de garantía de que no importa lo que pase, no importa ni siquiera si con esa familia impuesta no llegamos a congeniar, sencillamente no estaremos solos, al menos tendremos a alguien que si no puede atravesar una tormenta con nosotros, nos estará esperando del otro lado con un tecito caliente y una cobija para abrigarnos.
“El vínculo que une a tu auténtica familia no es de sangre, sino de respeto y goce mutuo. ― Richard Bach”
No es fácil darle una ponderación a nuestros afectos y si lo hacemos podemos sentirnos culpables de otorgar a alguien que no tiene un vínculo sanguíneo una posición más importante que quienes efectivamente comparten nuestra sangre. Pero es que si bien es cierto que nuestra familia es nuestra primera aleccionadora, la que nos permitirá marcar una serie de pautas en nuestras vidas y a través de la cual nos iniciaremos en eso de amar y ser amados, también es cierto que nuestra alma reconocerá a aquellos a esas personas a quienes venimos unidos desde más allá de lo que podemos reconocer.
Disfruta de tus amigos, da, comparte, aprecia y agradece su presencia, estás en su vida porque ellos lo prefieren de esa manera y no porque algo los obligue a darte entrada, así como ellos ocupan ese lugar especial para ti. Atesora a quienes forman esa familia, que nada tiene que ver con la sangre, pero mucho que ver con nuestra esencia.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet