La compasión inicia por la capacidad de ponerse en el lugar del otro (según buda)
Tenemos muchas teorías sobre la compasión, mucho puede decirse al respecto, el asunto radica en llegar a ella, de manera genuina y certera.
En el campo del amor, el Buda describe cuatro clases de amor y destaca tres orientaciones de la compasión, de los cuatro sentimientos amorosos, el primero es el más conocido, el cantado universalmente. Resulta muy atractivo. Las dos personas utilizan el cuerpo, el habla y la mente para regalarse uno a otro todas las alegrías posibles. Se desarrollan cualidades nuevas y también gana el entorno, el deseo de ver a todos los seres felices es la característica aquí.
Para enseñar a los demás, primero has de hacer tú algo muy duro: has de enderezarte a ti mismo. Buda
La segunda clase de amor es la compasión. Uno tiene de sobra para los demás, se regala algo significativo, pero no se tiene ninguna expectativa. Otras personas aprenden de este ejemplo y entonces muchos encuentran su propia fuerza para ser generosos. Uno desea fervientemente alejar el sufrimiento de los demás.
La tercera clase de sentimiento amoroso se llama alegría compartida, en la cual uno simplemente se alegra cuando a otros les ocurre algo bueno. Simplemente se alegra sin necesidad de tener un beneficio propio en el suceso. El ejemplo más impresionante de nuestro tiempo es, con seguridad, la caída del muro de Berlín en 1989, en el cual todos se sintieron llenos de esa alegría compartida cuando finalmente vieron a tanta gente feliz llegar a la libertad en Berlín Occidental. Uno desea, además, que los seres avancen desde la felicidad pasajera a la definitiva, un regalo de la alegría compartida es que las buenas impresiones de las que uno se alegra en los demás también se acumulan en la propia mente.
No tengas sólo piedad de los ciegos y de los tullidos; tenla también de los malvados, que tienen la desdicha de ser inválidos de espíritu. Epicteto
La corona del amor es la ecuanimidad. Uno entiende que los seres humanos, a pesar de que puedan ejecutar actos inconcebibles y que producen mucho sufrimiento, poseen fundamentalmente una naturaleza búdica. En razón de su esencia, nada puede destruirla o dañarla.
Por su parte, en referencia a la compasión, se diferencian tres distintos puntos de partida desde donde puede desarrollarse tal virtud, la actitud de un rey, que antes de dar se hace grande a sí mismo, pues piensa: “Si yo soy fuerte, puedo ser útil para todos”; la compasión de un barquero, que los lleva a todos consigo: “Vamos todos juntos a la otra orilla”; y la de un pastor que piensa primero en los demás: “¿A quién más puedo ayudar?”.
Uno debe comportarse aquí de acuerdo con su carácter. Sin embargo, puesto que el truco verdadero para liberar la mente es olvidarse del “yo” ilusorio; el pastor llega primero a la meta y el camino es más agradable: el que piensa en sí mismo tiene dificultades, pero el que piensa en otros ¡Tiene tareas!; el barquero comparte más cercanía con los demás; y el rey, mediante su influencia, puede alcanzar cosas más significativas y ser reconocido por sus hechos.
El mayor consuelo en la desgracia es encontrar corazones compasivos. Menandro
Un desafío mayor es el desear cosas buenas para los demás, cuando éstos repetidamente comenten errores o son difíciles. Aquí se trata de entender que la causa de su comportamiento no es la maldad sino la ignorancia.
Finalmente, deseamos la felicidad para todos los seres, pero uno no sabe qué conduce a la felicidad, y por eso se comporta en forma equivocada, proporcionando en cambio sufrimiento. Por desgracia la mayoría recoge con más frecuencia las ortigas que las flores. El Buda enseñó para cambiar eso.
El último paso está más allá de las restricciones personales, la compasión irradia aquí como el sol, incansable y para todos. En este nivel uno hace, sin perturbarse, lo que tiene frente a la nariz y las personas reciben todo lo bueno que les posibilita su karma y su talento. Esta compasión que no hace distinciones es ilimitada y perfecta y expresa la interdependencia de todos los fenómenos y el amor del Buda por todos los seres.
Por: Marvi Martínez