Hay algo que cura prácticamente todo, se llama AMOR PROPIO
Podemos pensar que esta afirmación es exagerada, pero cuando realmente no tenemos amor propio, somos capaces de aceptarnos, de perdonarnos, de motivarnos, de admirarnos, de sanarnos y establecer para nosotros lo que queremos, estableciendo caminos, fronteras y estando medianamente claros en cuanto a lo que deseamos en nuestras vidas y a lo que no.
La medida más poderosa para la sanación es el amor y cuando partimos por ofrecernos a nosotros mismos un amor de calidad, un amor que no exige resultados, ni juzga, ni critica, sino que apoya y sostiene, vemos cómo somos capaces de cuidarnos, de sanar las heridas que se han producido a lo largo del camino y si bien no podremos garantizar que no existirán nuevas heridas, al menos estaremos más conscientes de a qué le damos entrada en nuestras vidas, asumiendo retos, sumando experiencia.
Si algo nos duele, es porque no hemos llegado a perdonar o bien a aceptar lo que ocurrió. A veces pensamos que el amor propio es lo que nos impide perdonar, confundiéndolo de esta manera con el orgullo. Pero resulta que el orgullo, hace que las cosas nos duelan una y muchas cosas más.
No se trata ni siquiera de retomar una relación con alguien que nos lastimó o hacer como si nada ocurrió. De hecho esa persona ni siquiera tiene que enterarse de nuestro proceso interno. Pero si realmente queremos aligerar nuestro equipaje, deslastrarnos y sustituir una incomodidad por una sensación de ligereza, debemos perdonar, esa es la única manera de que deje de fastidiar. Solo a través del perdón podemos quitarnos esa molesta carga de encima y tomar el control de lo que queremos sentir.
El aceptarnos a nosotros mismos, el perdonarnos y cuidarnos, también son actos de amor propio. Somos perfectos tal y como somos con nuestros aciertos y desaciertos, con nuestra parte de luz y de oscuridad, es exactamente con lo que debemos contar. A veces nos castigamos de manera muy fuerte, inclusive con cosas que no están en nuestras manos, haciendo mal uso de nuestro rol de creadores de nuestras vidas.
Debemos darnos libertad de equivocarnos, de caer, pero con la plena confianza de que lo resolveremos, de que contamos con lo necesario para levantarnos, para seguir, para reinventarnos en caso de necesitarlo.
Tenemos capacidades incomparables, pero una de ellas es común y es sanar a través del amor propio y ello comienza y termina por nosotros mismos.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet