Muchas veces cuando alguien nos miente, nos podemos sentir culpables por habernos expuesto a una situación en la que nos vimos afectados.
Sin embargo, es de gran utilidad recordar que no cometemos ningún error al confiar en los demás. A fin de cuentas siempre vemos a los demás, esperando de alguna manera que ellos actúen como nosotros lo haríamos.
Así que bien podría resultar sospechoso aquella persona que sin que le hayan insinuado una mentira, no es capaz de confiar en los demás, porque esta conducta normalmente habla de que lo se es, más de lo que se espera.
De cualquier manera, confiar en los demás no debe ser reprochable, al menos no cuando la confianza no ha sido quebrantada. Lo cual nos abre paso a una nueva arista de este tema tan delicado como lo es la confianza.
Quien miente no tiene valor en su palabra
Una vez que una mentira es descubierta, aquel que la creó queda en una frágil posición, en donde todo lo dicho en el pasado por esa persona y todo lo que puede decir en este momento o a futuro, genera dudas. La persona pierde credibilidad luego de haber sido parte de un engaño.
No importa la magnitud de la mentira, ni siquiera las intenciones del engaño. El descubrir una mentira, es una complicada posición, que normalmente conduce a descubrir otras, porque normalmente las mentiras no vienen en presentación individual, hace falta un entretejido de mentiras que se sustenten entre sí, y por lo general si una cae, las demás como si se tratase de las piezas de dominó que se colocan una tras otra, caen de manera secuencial.
La importancia de la palabra
Muchas personas no le dan la debida importancia a la palabra. Sin embargo, son ellas las que nos permiten transmitir parte de quienes somos. Si la utilizamos para engañar, de seguro nuestras acciones siempre les seguirán y difícilmente llegamos a ser personas de fiar.
Una mentira puede tener muchas formas, una promesa rota puede interpretarse como una mentira. Por ello es de vital importancia el cuidar nuestra palabra y solo pronunciar aquello que nos sintamos seguros que podemos respaldar.
¿Cuándo debo sentirme mal ante un mentiroso?
Obviamente quien miente siempre genera malestar cuando es descubierto, pero si nos referimos a sentirnos culpables, nos podemos sentir así si conociendo a la persona y habiendo tenido ya la experiencia de la mentira, nos exponemos nuevamente a su juego.
Como dicen por allí: Si te miente una vez, no es tu culpa, pero si lo hacen más de una vez, sí lo es… Y resulta muy cierto y práctico. Todos tomamos decisiones a nuestro paso, incluso la de perdonar una mentira o bien dejarla pasar, pero debemos estar conscientes del riesgo que estamos asumiendo, porque una persona que miente, normalmente es porque está acostumbrada a hacerlo.
Las justificaciones de un mentiroso pueden ser muchas, pero predominan el egoísmo, la inseguridad, el poco interés por los demás, la inmadurez, la poca aceptación que presumen de los demás al ser ellos mismos… Pero más allá de los motores de un mentiroso, está la manera en cómo permitimos la presencia de esa persona en nuestra vida.
Evidentemente mientras más sea el vínculo o mientras menor influencia tenga esa persona que miente en nuestras vidas, menos tendremos que preocuparnos. Pero mientras se acortan las distancias o las mentiras nos alcanzan y afectan mucho más, es de utilidad reconocer las posibilidades que tenemos y las acciones que podemos tomar, para que las cosas que nos resultan importantes para nosotros no resulten vulneradas por las acciones de algún mentiroso.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet