El efecto de querer controlar tus emociones
Cada uno de nosotros es capaz de generar y sentir emociones de todo tipo a lo largo de su vida, pudiéndolo acotar en días e inclusive en minutos. Muchas veces sentimos una necesidad desbordada de controlar esas emociones, incluso podemos querer limitar las emociones positivas por no querer proyectar una imagen particular o no permitirnos sentirnos “demasiado” bien.
Lo que debemos rescatar acá es que las emociones, todas en su amplia gama, son un aliado para nosotros y si estamos atentos a ellas, podemos fácilmente hacer una revisión de nuestros pensamientos y de nuestra vida en general, para saber qué seguir haciendo porque nos está funcionando y qué no tiene sentido seguir cultivando, porque la cosecha nos está generando algún tipo de desgaste.
El efecto de las emociones es: cómo está nuestro cuerpo asimilando la información que se está albergando en nuestra mente a través de nuestros pensamientos. Cuando nos sentimos inquietos, tristes, eufóricos, podemos hacer pausa y ver qué pensamiento está cruzando por nuestra mente e inclusive podemos observar el tiempo durante el cual los hacemos protagonistas.
No es lo mismo pensar en la mañana que tenemos unas cuantas cuentas por pagar y ponernos un tanto nerviosos al respecto, que llevar ese pensamiento durante todo el día atormentándonos. Hay quienes piensan que es un estímulo para generar ideas, y puede serlo cuando no nos sometemos a períodos indeterminados, sino acotados de estrés, pero por lo general lo que hacen es bloquearnos y de manera mágica como actúa el universo, a ese pensamiento de escasez, le seguirán muchos parecidos, y nuestras emociones de igual manera se multiplicarán. No resolveremos el problema, pero sin duda habremos perdido la paz.
Si nuestro cuerpo alberga emociones negativas de forma constante, revisemos y tomemos acciones en cuanto a nuestros pensamientos, sin forzar nada, solo dejándolos fluir, ambos, emociones y pensamientos, son visitantes, generarán el menor efecto si vemos cómo entran y cómo salen. Pero si nos resistimos, nos negamos, somos evasivos e invertimos mucha energía en el control, no obtendremos otra cosa que el efecto contrario.
Deja que tu cuerpo te hable y escúchalo, aprende a que tu mente se convierta en tu aliada, que puedas observar lo que pasa en ti desde un plano superior y desde allí decidir qué albergas y alimentas en tu vida. No necesitamos controlar nuestras emociones, solo debemos observarlas y ellas bajo un foco pierden protagonismo. Imaginemos unos ratoncitos jugando a ser los dueños de nuestra cocina, a veces solo basta con encender la luz y observarlos para que se detengan, para que se vayan, para que cambien de actitud.
Deja que todo fluya, en consciencia plena, allí no necesitarás ejercer ningún tipo de control, serás tú con la vida y la sabiduría que llevas dentro, aplicando el efecto cada pequeña experiencia que no hacen más que alimentar tu alma.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet