Criar niños sin límites no está dentro del marco de una crianza respetuosa
Cuando hablamos de crianza respetuosa, muchas personas se van al extremo y asumen que durante su práctica, se dejan de lado el orden, la disciplina y los límites, permitiendo que el niño actúe como quiera.
Sin embargo, el no darle estructura a un niño, va en contra del respeto que les debemos a estas personitas. Es nuestra responsabilidad facilitarle al niño bases sólidas donde él pueda apoyarse y desarrollarse, sin tener que posteriormente adaptarse a ciertas exigencias que nos permiten vivir en sociedad y compartir nuestros espacios e inclusive vidas.
Una crianza respetuosa busca acompañar al niño en su crecimiento, colocando como prioridad la protección de su salud emocional, que podamos demostrar amor en todas nuestras acciones como figuras de autoridad, aun en las situaciones en las que estemos estableciendo límites en las acciones del niño.
Muy importante, que estos límites distan de caprichos de adultos o arbitrariedades, los que se deben establecer están en armonía con el sano desarrollo del niño y no asociados a la falta de paciencia, de tiempo o de empatía de los padres.
La justificación de la existencia de límites no debe nunca inclinarse hacia: “a mí me criaron así”, sino corresponder con los valores que queremos inculcar, buscando proteger y transmitir coherencia a quienes criamos y evitando inclusive situaciones de peligro.
Aprendamos a escuchar a los niños, ellos a pesar de no contar con los más amplios recursos de comunicación, pueden hacernos llegar poderosos mensajes. Si estamos atentos y nos quitamos el papel de padres sabelotodo, podemos dar respuestas positivas a las demandas de los niños.
El permitir que un niño haga lo que quiera, no está fomentando el respeto a su desarrollo, sino que probablemente lo está poniendo en peligro. Debemos tener mucho tacto para establecer normas, para que nos compren los proyectos, para que se interesen y no generen rechazo. Debemos aprender a comunicarnos y a expresar las ganancias que obtenemos adquiriendo ciertos hábitos.
La comunicación es clave para fomentar relaciones fuertes entre padres e hijos, la figura de autoridad debe estar dada no por miedos, sino por respeto, ganado, no obligado y desde la alianza podemos persuadir a nuestros hijos cuando consideremos que podemos ofrecerles mejores opciones para mirar.
De adultos cada quien tomará su camino, pero si les hemos ofrecido buenas herramientas, les será fácil caminar con seguridad, con independencia, procurando su mayor bien y el de quienes le rodean, pero sin que el foco principal sea la aceptación o el reconocimiento de otros. Porque a fin de cuentas los límites debemos plantearnos siempre para el bien de ellos, no por complacencia hacia los demás.
Criemos con amor y sentido común, los resultados serán personas seguras de sí mismas capaces de relacionarse desde el amor y no desde las heridas de una infancia que necesitan recuperar.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet