Así es como conocí la resiliencia.
Me sentía en la noche, en medio de la oscuridad, aunque tuviera luces tan brillantes por todos lados, y decían estar ahí para ayudarme, no las veía, no sabía si eran mis ojos o mi mente quienes no me permitían verla. Maldita oscuridad, ya no la soportaba, era un fuego que quemaba sin cesar. Duele más un fuego latente que no se apaga que la cicatriz del que ya fue apagado. Creí desfallecer, buscaba ya la manera de acabar con todo, pero entre tanta oscuridad no distingues, si ya lo estás o solamente caíste. Rondaba por aquel lugar sin esperanza alguna, cuando de pronto una voz me llamó “¡Hey tú!”, traté de correr lo más rápido que pude, puesto que la voz era similar a la mía, de hecho era igual a la mía.
“Corre lo que quieras, no podrás huir de mí, estoy dentro de ti y a la vez afuera” Entonces ya jadeante, caí de rodillas, mitad por el cansancio y mitad por la tristeza de creer que iba a ser una voz más que tenía y no me ayudaría en nada. “¡Vamos, seca esas lágrimas! Anda, levántate”
-“¿Quién eres?”- respondí
-“Disculpa la tardanza, tú no me dejabas pasar, no me puedes ver ni tocar, pero siempre he estado contigo, más sin embargo, es tu mente quién me impedía el paso, logré engañarla y salí. No nos conocemos mucho ¿sabes?, pero déjame presentarme: mi nombre es Resiliencia”
– “Y ¿qué tienes que andar haciendo por aquí, mejor déjame y vete a otro lado si no quieres caer en la oscuridad como yo”
–“¿Acaso no sabes lo que hago?” preguntó bastante sorprendida
-“Lo siento, nunca había escuchado de ti”
– “Bueno, mucha gente pasa por esto y siempre salgo yo a ayudarlos. Soy una virtud, pero no sé qué tengo que entre todas mis demás hermanas y hermanos soy la única que mora aquí abajo, en las fosas profundas de los sentimientos humanos”
“¿Por qué? Yo me sentía demasiado asustado, no llevaba mucho tiempo aquí abajo y ya quería salirme, ni si quiera sabía en qué día vivía, pero me aterraba el hecho de vivir acá abajo”
– “Tal vez no sepas mi labor, pero soy tú, soy tu fuerza, tu impulso, tus esperanzas, en otras palabras, el boleto de salida de este lugar”
– “¿Cómo dices? He estado mucho aquí y según he tenido ayuda, pero no he podido ni moverme un poco, y si lo hago, no sé a dónde voy”
– “¿Sabes a donde tienes que ir?”
– “En realidad no, no mucho, solo quiero salir de aquí”
– “Entonces no servirá de nada que camines puesto a que no sabes cuál es el lugar al que quieres llegar, aclárate un poco, respira y dime, ¿es allá arriba donde quieres volver a estar?”
– “Sí, allí es”
– “Lo único en lo que yo te puedo ayudar es en darte fuerzas, cierra los ojos, respira mucho, date un abrazo mental, repite que te quieres, llora si gustas, cree en ti, sé seguro…”
Comencé a hacer lo que Resiliencia me decía, sin darme cuenta, abrí los ojos. Todo tenía luz, veía los distintos colores, soplaba el viento y la lluvia daba en mi rostro, me sentí tranquilo, no había oscuridad ni limitantes, solo aquel color verde tan característico de estar vivo, aún así, me inundó un sentimiento de nostalgia, no tuve tiempo de darle gracias a Resiliencia, la extrañaba, y no la veía. De pronto una voz me dijo, “Todo está dentro de ti, tú serás el único que pueda decidir si estar adentro o afuera, yo sólo soy un impulso, si vuelves a caer aquí estaré, sólo no tardes mucho en encontrarme, quiérete mucho” Desde ahí, no sé qué haría sin ella, es por eso que ahora pido un aplauso para ti y para la más fuerte de las virtudes “Resiliencia”.
Por Efraín Ruíz