RINCÓN del TIBET

No es que dejas de querer, es que ya no quieres intentarlo

querer

A veces no es que dejas de querer, sino que ya no quieres seguir intentándolo

Todos sabemos que las relaciones interpersonales encierran tantos factores que las pueden hacer complicadas, inclusive en aquellas donde el amor prevalece.

Muchas veces podemos tener las mejores intenciones, podemos haber aportado durante mucho tiempo lo que consideramos lo mejor, pero puede ocurrir que pese más el cansancio y la frustración de que las cosas no terminen de salir como se desea.

En el momento en el cual las relaciones son envueltas por el cansancio, parecen caer en un estado de desgano, de apatía, de no querer dar nada más que va consumiendo cualquier intento de que la relación vaya hacia un rumbo determinado.

Los intentos tienen resultados menos rendidores cuando los propicia una sola de las partes, bien sea porque se realicen a destiempo o porque la otra persona a dejado de querer. Algunas veces las relaciones se dejan llevar por dinámicas, aunque éstas no sean sanas, pero las adoptan como forma de convivencia, de trato y de interacción.

Cuando no se toman medidas tempranas podemos vernos en situaciones que no nos hagan sentir a gusto y dejemos de querer, que requieran de esfuerzos mucho más grandes y que con facilidad nos impulsen a salir de la relación por considerarla contraria a lo que nos gustaría.

Muchas veces en la etapa más temprana de la relación donde aún nos estamos conociendo y queremos dar una buena impresión, podemos dejar pasar actitudes, indicios, palabras, que no resultan de nuestro agrado, pero por no parecer delicados o intensos, nos reservamos el establecer límites, considerando que las cosas mejorarán en el camino, cuando lo que normalmente sigue es lo contrario.

Debemos poner mucho empeño en construir desde un principio, lo que queremos a mediano y largo plazo, porque cuando las bases de la relación tienen huecos y pretendemos seguir construyendo sobre ellas, más temprano que tarde, la estructura cederá.

El querer no es garantía de que una relación triunfe ante todo lo que encierra su mantenimiento y formación. El amor es un ingrediente principal, pero de no existir un compendio de factores adicionales, la relación tiende a fallar.

Resulta complicado darse por vencido cuando se ama, pero ocurre, nos cansamos de intentarlo, de buscar soluciones, de aportar y sencillamente nos damos cuenta de que ese amor no nos hace bien, que nos llena de más cosas que no deseamos que de lo que realmente podemos nutrirnos.

El amor se cuida, se alimenta y se rodea con detalles, con respeto, con atención con dedicación, de comunicación, colaboración y  compromiso mutuo. De no ser así, la amenaza de ruptura siempre hará su acto de aparición.

Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet

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