Si bien éste es un momento para permanecer cerca en medio de la distancia, para apoyarnos, para buscar la manera de sentirnos acompañados y solidarios los unos con los otros, pues no debemos perder la oportunidad de poner en perspectiva las realidades que van más allá de esta contingencia.
La distancia con algunas personas se puede convertir en una gran bendición, de gran utilidad para colocar en blanco y negro qué representan para nosotros esas personas y lo que realmente nos aportan.
Ciertamente en la distancia solemos idealizar y podemos olvidar los daños y disgustos generados. Pero está en nosotros el ser honestos y aprovechar esta oportunidad irrepetible, para sincerarnos con nosotros mismos y evaluar la conveniencia de ciertas relaciones de las cuales somos parte.
A veces pensamos que algunas personas son imprescindibles en la vida y nos sorprendemos al darnos cuentas de que no lo son, de que nadie lo es. Y es aquí donde preferir estar con alguien toma tanto peso.
Saber que no te necesito me da la opción de acercarme o de alejarme utilizando argumente de peso, sabiendo que te quiero o te prefiero en mi vida, la cual se puede desenvolver sin tu presencia sin inconveniente.
Cuando nos vinculamos a alguien para llenar un vacío o cubrir una necesidad, debemos evitar relacionar estos hechos con nuestros sentimientos, en especial el amor. Si el amor es el motivo de la unión, no buscamos llenar espacios, ni satisfacer nuestras necesidades, buscamos compartir caminos, buscamos experiencias vividas en conjunto, crecimiento… Y no actuamos desde el miedo a perder a esa persona.
¿Qué nos enseña la distancias?
Reconocer el ego
Cuando es el ego el que se relaciona, el miedo a perder a esa persona siempre está latente, así como el miedo a resultar lastimados, a que se burlen de nosotros, a no ser correspondidos, a quedarnos solos… en fin, todos los miedos que puedan existir los potencia el ego y muchas veces nos hace mantenernos en relaciones que no nos resultan convenientes, haciéndonos pensar que son lo mejor que nos puede ocurrir.
Pero situaciones como las que sin elección estamos viviendo, nos pueden acercar más a nuestra esencia y alejarnos de ese ego que no se cansa de mal aconsejarnos. Desde nuestra esencia podemos apreciar qué preferimos mantener cerca porque nos hace bien, porque nos permite ser sin aparentar o bien porque resulta sano el dar y recibir en la dinámica existente.
No dejes pasar este tiempo para conectar contigo, aparta el miedo y la incertidumbre de tu mente y haz un espacio para evaluar qué tienes, qué te gustaría, cómo quieres hacer las cosas luego de que todo esto pase. Aprovecha la pausa y canaliza tus energías de la manera más conveniente para ti.
Ordenar tu corazón
Pon tus sentimientos en orden, evalúa si los estás dirigiendo hacia las personas que realmente lo valoran. Pregúntate qué estás haciendo o quién estás siendo para atraer a tu vida determinadas experiencias y piensa en qué puedes cambiar para mejorar. Sincérate en cuanto a lo que das, a la calidad de tu afecto y ocúpate en ser como esa persona que a ti te gustaría tener en tu vida, más allá de lo que hagan los demás.
Con la distancia, no sabemos qué va a pasar, pero como todo, nos despertaremos un día y veremos todo esto como parte de nuestro pasado. Esperemos que ese día llegue pronto y que podamos decir que no solo vencimos una pandemia, sino que cada uno hizo un trabajo interno que lo acercó más a quien realmente es y que el nuevo motor del mundo es el amor verdadero y que en él se sustentan nuestros lazos.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet