Y cruzó las aguas…
En un pueblo del Tíbet, en las orillas del río Brahmaputra, había un asceta que se vanagloriaba de su capacidad para caminar sobre las aguas. De hecho, solía dar el espectáculo de cruzar el río, sólo para dejarse admirar.
Un día, un monje de un pueblo vecino se detuvo en ese pueblo. El asceta corrió a su encuentro, y le dijo:
-Durante años me he ejercitado mucho espiritualmente. Me he sometido a ayunos, mortificaciones, penitencias, y por fin he logrado caminar sobre las aguas.
El monje sólo respondió:
-¡Qué desperdicio de tiempo ha sido el tuyo, habiendo barcas!