Uno siempre vuelve a los lugares donde amó la vida
Ciertamente hay lugares que nos llaman, en donde nuestra alma se siente en casa, en donde tenemos la esperanza de volver a sentir lo que en alguna oportunidad sentimos… Muchas veces esos lugares, refugios de nuestra felicidad, no fueron valorados en su momento, sino que fue necesario dejarlos para entender, para darnos cuenta de lo que representaban para nosotros, de lo que contenían, de lo que nos llenaban…
Queremos volver a esos lugares en donde amamos intensamente, a donde agradecimos estar, a donde nuestra respiración se aceleraba o por el contrario, era tan calmada y regular que nos hacía conectarnos con esa parte de nosotros que solo reconocemos cuando nos sentimos en paz.
Los sitios son extensiones de lo que somos, ellos no son nada por sí mismos, solo toman vida cuando los miramos, cuando los habitamos, cuando los respiramos… cuando los vivimos. La sensación de sentirnos más vivos, más plenos, más felices en un lugar, hace que asociemos el sitio a nuestras emociones y encontremos en él la manera de reconectar con aquello que en algún momento vivimos.
Muchas veces buscaremos entre paredes a quienes ya no están, pero impregnaron el espacio con sus risas, con sus lágrimas, con su presencia que parece permanecer. Un simple paisaje puede hacer que nuestra mente vuele y se remonte a un beso, ese que ha vivido con nosotros desde siempre. El aroma particular de un sitio nos puede hacer volar en el tiempo y el solo hecho de estar en ese lugar nos hace revivir a la distancia aquello que nos hizo feliz.
Algunos recuerdos nos llenarán de alegrías, otros nos llenarán de nostalgia, muchas interrogantes podrán habitar nuestra mente, pero abrazaremos con fuerza ese momento y con él todos los que dejamos en el pasado que le pertenecen justo a un lugar, a un sitio que se volvió especial para nosotros, que tiene una belleza única, que quizás no es evidente a los ojos, pero sí al alma, que se regocija en la felicidad y especialmente en el amor…
Esos lugares son espacios que no ocupan tanto en el espacio físico como lo hacen en nuestros corazones, cada quien tiene el suyo, quizás varios… lugares en los cuales se amó la vida, donde la existencia tomó un sentido especial… Esos lugares a donde siempre queremos volver, que parecen estar esperándonos todo el tiempo y cuando nos reciben nos dan la sensación de no habernos alejado nunca.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet