El miedo nunca te dice la verdad, solo intenta convencerte… ¡No le creas!
¿Alguno de ustedes alguna vez ha atrapado al miedo infraganti? Es lo más parecido a sorprender a un niño haciendo una travesura, pierde poder de la situación en seguida que nuestra observación cae sobre él. El miedo es sin duda el mecanismo de protección más arcaico con el que podamos contar, digamos que con el instinto de supervivencia hubiese sido suficiente.
El miedo solo nos resulta de utilidad cuando nos enfrentamos a situaciones reales de peligro o de riesgo, cuando estamos amenazados, cuando nuestras únicas opciones son enfrentarnos o correr. Aquí sentimos cómo nuestro cuerpo se adapta a las demandas, cómo nuestro corazón aumenta su frecuencia cardíaca, cómo nuestro palidece, cómo nuestras pupilas se dilatan… todo con un fin particular, que colaborará con nuestra supervivencia.
El detalle es que el miedo por lo general no se muestra ante peligros reales, para que nuestro sistema se active no hace falta un tigre en frente, ni un ladrón al lado, ni un carro a toda velocidad en nuestra dirección. Solo basta cualquier hecho que nos saque de una situación de relativa seguridad, inclusive si solo estamos en la parte de proyección mental de ese hecho.
Nuestros miedos nos llevan a tomar las decisiones más incoherentes con lo que realmente queremos que podamos imaginar, nos paraliza, nos aísla, nos somete y nos hace conformarnos con cosas que no llegan a satisfacernos.
El miedo pareciese tener vida propia, personalidad propia, criterio propio y sabe muchas veces lo que necesitan hacer para hacernos desistir de una idea, para abandonar un proyecto, para no intentar cambios, para mantenernos en lo seguro, que aun no siendo bueno, nos proporciona estabilidad.
Pero es que podemos estar establemente instalados en una realidad que no nos agrade en lo absoluto y el miedo se puede encargar de tapar cualquier ventana, de cerrar cualquier puerta que nos permita mirar más allá de nuestra realidad. Es como una madre extremadamente sobreprotectora, que por no querer que su hijo se exponga a nada que le pueda hacer daño, limita su vida al máximo, lo coloca en una burbuja y le permite hacer lo mínimo posible con tal de protegerle.
Los argumentos usados por el miedo son muchos y variados, pero el miedo tiene una presencia particular, que nos ayuda a identificarlo y a observarlo. Adicionalmente cuando tomamos decisiones desde el miedo, ellas son las que no hubiésemos escogido, en caso de haber elegido desde el corazón.
No dejes que sea tu miedo el que decida por ti, si es de caernos, nos caemos, si debemos comenzar de nuevo, lo hacemos, si nos equivocamos, pues aprenderemos, pero estaremos sacándole el mayor provecho a esta oportunidad y sin duda nos ubicaremos donde realmente nos hace bien estar.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet