Cortar lazos con una persona es mucho más difícil que crearlos
Aunque para algunos es difícil dar ese paso inicial de que nos coloca en contacto con otra persona, la mayoría de las veces siempre resultará más sencillo dar entrada a nuestras vidas a aquellas personas que consideramos pueden hacer buen uso de ese privilegio a cortar los lazos que pudiesen unirnos.
Si la desconfianza no es un rasgo predominante de nuestra personalidad, al formar lazos con alguien le damos la máxima nota y ella con su comportamiento se encarga de mantenerla o de restar esa calificación con cada una de sus acciones.
No formemos lazos con ninguna persona que consideramos que nos va a hacer mal, que nos va a generar algún problema o que terminará por decepcionarnos. Le damos paso a quienes sentimos que estarán allí para hacer de nuestra vida más bonita, con más sentido, con más momentos agradables.
Generalmente cuando creamos lazos y entregamos nuestro afecto, queramos o no, estamos esperando cierta reciprocidad, equilibrio y consideramos que las personas a quienes queremos actuarán de una forma similar a la que nosotros lo haríamos en su lugar. Es aquí cuando la desviación entre la expectativa y la realidad genera la decepción y la desilusión.
Con el tiempo debemos aprender a evitar esperar algo de los demás, si su conducta es positiva, seremos gratamente sorprendidos, pero si no lo es, no nos dolerá de la misma manera en que ocurriría en caso de estar esperando algo específico. De la única persona que debemos esperar algo, es de nosotros mismos y esto sin llegar a torturarnos o maltratarnos en el proceso.
Darnos cuenta de que alguien debe salir de nuestras vidas puede ser un proceso complicado, sin embargo, lo más probable es que el ejecutar acciones que nos mantengan distanciados de esa persona puede resultar altamente beneficioso para nosotros. Toda persona que no nos hace bien, a pesar de que la amemos, debemos mantenerla limitada, que no nos afecte, que no nos perturbe, que no nos duela su presencia.
Al principio puede costarnos un poco acostumbrarnos a la idea de que apartaremos, al menos a nivel emocional a alguien que apreciamos de nuestras vidas, sin embargo, más temprano que tarde notaremos, cómo esa decisión nos favorece. Inclusive si queremos ayudar a esa persona, podremos hacerlo en mejores condiciones cuando no estamos tan afectados por aquello que nos ha invitado y a veces obligado a distanciarnos.
Solo si nosotros estamos bien con nosotros mismos, es que podemos relacionarnos de manera sana con los demás y de esta manera, dejaremos de atraer a nuestras vidas a esas personas que nos ayudan a crecer de una manera particular y que necesitamos en ciertos momentos para aprender ciertas técnicas y dotarnos de algunas herramientas. Una vez superada la lección el reconocer que una persona ya no tiene la misma cabida en nuestras vidas y el tomar acciones al respecto, será mucho más sencillo.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet