Son las acciones las que definen a una persona, sus palabras solo que quisieran ser
Ciertamente la palabra tiene un valor realmente importante. Sin embargo, aun cuando las palabras sean dichas sin premeditación, sin manipulación y con las mejores intenciones posibles, éstas pueden sencillamente quedarse en eso, en intenciones y jampas estar asociadas a acciones concretas.
Lo ideal es que exista coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, si es necesario definir a una persona a través de estos recursos, indudablemente será necesario hacerlo por lo que hace. Aunque a veces provoque creer en palabras, en promesas, en compromisos verbales, lo más sano es ser objetivos y esperar que esas palabras se materialicen en actos.
Hay quienes viven de mentiras, no solo a quienes los escuchan, sino para sí mismos, que viven de promesas rotas, de espejismos verbales y saben que lo que están diciendo no estará nunca vinculado a una acción que corresponda a las palabras. Por otra parte están otras personas que pueden ser un tanto soñadores, cuyas palabras se asocian a lo que realmente quieren, pero sus capacidades o la realidad en general no le permite llevar a cabo ningún acto. En estos casos no es que la persona no sea sincera, sino que no es realista, su verdad está plasmada en sus palabras, pero sus actos no pueden sostenerlas.
Evitemos juzgar a los demás, considerando que cada quien hace lo mejor que puede con los recursos que tiene, incluso aquellos que suelen mentir, tienen una historia de fondo que justifica su actitud y sí, cuántos sueños rotos no tiene cada uno de nosotros, cuántas cosas no nos hemos propuesto que no llegamos a cumplir, cuántas veces habremos jurado amor eterno sin poderlo mantener… La vida nos da la vuelta y entendemos que hay cosas que podemos mantener y otras que debemos adaptarlas.
Aprendamos a apreciar la intención con la que se nos ha comunicado algo y no convertirnos en paranoicos detectores de mentiras, dudando de la palabra de todos, esperando ver acciones asociadas. Demos un valor a las palabras y valoremos mucho más las acciones, inclusive todas aquellas que no están asociadas a ninguna promesa, que se ejecutan sin mucho alarde.
Cuidemos nuestras palabras, procuremos no decir nada que se salga de nuestro alcance sostener o ejecutar, aprendamos a controlar nuestro verbo. La palabra tiene poder, así que usémoslas con responsabilidad y procuremos siempre acciones congruentes de nuestra parte.