Cuando el nuevo integrante de la familia es de cuatro patas
Solo quienes han tenido el placer de tener en sus vidas una mascota, especialmente una de cuatro patas, saben apreciar lo maravilloso y quizás enredado que se vuelve su mundo con un ser que es capaz de amarlo más que a cualquier cosa o ser en la vida.
La nobleza de los animales de cuatro patas es evidente, a través de la inocencia y pureza de su mirada, saben apreciar cada minuto que les dedicas y pueden convertirse en los seres que más nos amen, sin condiciones, sin peros, sin reproches, sin que tengamos un físico determinado, una cuenta bancaria abultada, sin importarle nuestro desarrollo profesional o personal, sin importarle nuestra edad… Solo demandando cariño y atención, que para nada es un pesar darles.
Estos seres de cuatro patas nos enseñan cómo vivir el presente, cómo perdonar, cómo confiar y agradecer a la vida por todas las cosas maravillosas. Son capaces de leer nuestras miradas, de detectar nuestras tristezas, de apoyarnos en su silencio y de hacernos olvidar por al menos un momento cualquier cosa que nos perturbe.
Quien adquiere una mascota de cuatro patas, especialmente un perro, descubrirá que su vida cambiará, que las sonrisas estarán a la orden del día, que los gestos de cariño siempre estarán presentes, que la nobleza impera en estos animales y que la compañía siempre estará disponible.
Definitivamente hay cosas que ajustar con su llegada, desde tener la plena disposición de que será una relación que perdure en el tiempo, hasta los espacios para su adecuación. Con el mayor amor educarlo y con la mayor comprensión entender cada una de sus etapas, considerando que son pequeños seres que dependen de nosotros y que su mayor alimento será el afecto y la protección que le brindemos.
A medida que va pasando el tiempo ya todo engrana y ese miembro de la familia que no tiene nuestra sangre, pero que nos ama por sobre todas las cosas ya conoce las normas y cómo romperlas, ya sabe qué hacer para llamar la atención y sabe cuándo una reprimenda es merecida.
En todo caso estos compañeros fieles de cuatro patas nos alegrarán la vida, ocuparán un espacio en nuestros corazones que por siempre estará reservado solo para ellos. Y con ellos aprenderemos nuevos tipos de responsabilidades, de comunicación, de demostraciones de afecto y por sobre todas las cosas una manera única de amar.
Sara Espejo – Rincón del Tibet