Si tuviste que perderme para valorarme, asume las consecuencias
Muchas veces resulta lastimosamente necesario, perder a alguien o a algo, para darle el valor que le correspondía. El valorar a alguien implica un estado consciente de lo que representa esa persona y lo que para ella somos, requiere prestar atención, estar presente y ser lo suficientemente agradecidos para entender que lo que recibimos no nos corresponde por ley divina, sino que ese alguien voluntariamente ha decidido aportarnos lo mejor que tiene para darnos, para de alguna manera hacer de nuestra vida un experiencia más grata.
No todos podemos reconocer lo que recibimos de alguien oportunamente, sino que ocurre solo cuando dejamos de hacerlo y esa es la consecuencia. Puede ser costumbre, arrogancia o sencillamente producto de dar las cosas por sentado lo que nos hace ser inclusive indiferentes ante lo que alguien se esfuerza por ofrecernos.
Son los puntos de inflexión los que nos permiten notar los cambios, son las ausencias las que hacen valorar las presencias y esto no aplica solo a la persona, sino a lo que ella en conjunto representa.
Reconocer lo que las personas que forman parte de nuestras vidas nos aportan, nos ayuda a ubicarlas en nuestras escalas afectivas y a partir de allí dedicar nuestros recursos, y en consecuencia, la distribución de espacios en nuestro corazón.
Si alguien que se ha dedicado a nosotros, contribuyéndonos de manera positiva, procurando nuestro bienestar, nuestras sonrisas, ha decidido invertir su tiempo en nosotros, colocándonos en posiciones privilegiadas, nos ha llenado de amor, de gestos, de detalles y no hemos sido capaces de valorarlo, pues tenemos que asumir las consecuencias de esa falta de reconocimiento, que probablemente haya tenido efectos que podemos considerar negativos, determinados por los cambios.
No esperemos a perder a quien queremos y nos quiere para darle valor, no dejemos de pronunciar palabras dulces, ni asumamos que la otra persona debe saber lo que sentimos o pensamos respecto a ella. No importa si las relaciones terminan, si causas mayores generan separaciones, si valoramos a quien nos ama, no habrá cabida a consecuencias, culpas y arrepentimientos.
Todas las personas que nos dedican algo de sí con la mejor de sus voluntades, merecen al menos que las valoremos y siendo menos altruistas, merecen una retribución de lo que nos han dedicado. Aprendamos a valorar y a cuidar nuestros afectos de forma oportuna, procurado reconocer cada detalle, no solo delante de nosotros mismos, sino de quien está allí para nosotros.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet