No busques la felicidad en el lugar equivocado – Leyenda Hindú
La mayoría de las personas consideramos como uno de los estados más deseables el de la anhelada felicidad, buscándola en todos los lugares, en personas, en acciones, en logros, en propiedades, en activos, en oraciones, en cuentas de banco, sintiendo que es una especie de meta a donde llegaremos y dejando de lado la idea de que la felicidad debe ser una forma de transitar nuestro camino.
Aprendamos a mirar dentro lo que no podemos encontrar en ningún lugar afuera, la felicidad está en nuestro interior esperando que nos conectemos con ella. Aquí les presentamos esta hermosa leyenda hindú, que nos invita a reflexionar acerca de la naturaleza del hombre y su incesante búsqueda de la felicidad:
Cansados los dioses de que el ser humano se hubiera vuelto tan egoísta y de que el mal se extendiera por todo el mundo, se reunieron un día para tratar de buscar una solución al problema.
“Destruyamos al hombre y a su mundo”, dijo el dios de la guerra.
“Es la única manera de acabar con el problema”.
“Eso sería injusto”, dijo el dios de la prudencia.
“Fuimos nosotros quienes hicimos al hombre libre para que pudiera elegir”.
“Hemos de buscar una solución que le haga reflexionar”.
Los demás dioses estuvieron de acuerdo.
El problema era qué solución hallar para que el hombre fuera capaz de reflexionar y rectificar, sin perder el don de la libertad.
“Tengo una idea”, dijo el dios de la sabiduría.
“Los hombres llevan siglos buscando la felicidad, pero muy pocos son capaces de encontrarla. Escondámosla en un lugar en el que les resulte casi imposible encontrarla. Y sólo si al final la encuentran, se salvarán de su propia destrucción”
El dios del equilibrio dijo: “Estoy de acuerdo, pero hay que esconder la felicidad en un lugar que, aunque sea difícilmente alcanzable, no resulte tampoco inaccesible”.
Y añadió: “Difícil de alcanzar sí, pero imposible no”.
Los demás estuvieron de acuerdo, y comenzaron a sugerir lugares donde ocultar la felicidad.
“Llevémosla a lo más profundo de los océanos”, dijo el dios del mar.
“No, el hombre es inteligente y podrá construir aparatos para bajar a lo profundo”, respondió el dios de la tierra.
Y añadió: “Llevémosla a la montaña más alta del mundo, donde el hombre no ha pisado jamás”.
“Tampoco es un lugar seguro porque el hombre llegará también allí algún día”, dijo el dios de la creatividad.
Y después de un silencio añadió: “Creo que ya sé dónde la podemos esconder”.
“¡A ver, a ver!”, dijeron todos los dioses.
El dios de la creatividad tomó de nuevo la palabra y dijo: “El hombre está tan ocupado buscando riquezas o queriendo quitárselas a los demás, que nunca se le ocurrirá buscar en el sitio que yo propongo”
“Pero ¿cuál es ese sitio?”, dijeron todos con impaciencia.
El dios de la creatividad continuó reposadamente: “Sin duda que es el mejor sitio. El hombre muy difícilmente la buscará allí. Y ese sitio es… dentro de sí mismo”
Hubo unos momentos de silencio, y de pronto todos los dioses prorrumpieron en aplausos de consenso.
Desde entonces cada hombre nace con su propia felicidad a cuestas.
Y qué razón tenía el dios de la creatividad, porque pocos, muy pocos hombres, logran encontrarla allá donde está: en el interior de sí mismos.
Pero los que la encuentran experimentan la inenarrable sensación de vivir la total plena libertad y la libre plenitud total, y descubren la indescriptible experiencia de vivir la vida tal como fue diseñada desde el principio de los principios.
La felicidad no depende de logros, ni de situaciones, no importa si estamos bien o mal, la felicidad es un estado que nos pertenece, pero que difícilmente podemos ubicar. Dejemos de buscar fuera, lo que solo yace en nuestro interior.
Por: Sara Espejo