¿Sabes quienes son tus amigos de verdad?
¿Cuántos amigos de verdad tienes? ¿Sabes quiénes son?
¿Cuándo decides que una persona es amiga tuya? ¿Qué requisitos ha de cumplir la relación para que llegue a la categoría de “amigos de verdad”?
Partamos de que cada uno de nosotros tiene puesto el listón donde cree oportuno y de que todos nosotros tenemos más conocidos que amigos de verdad.
Así es. Sin contar a la familia, conocemos a mucha gente: vecinos, maestros, compañeros, amantes, internautas afines, etc.
Algunos de ellos, suben posiciones hasta llegar a ser amigos o quedarse en terreno fronterizo. Otros, no. Permanecen en el amplio abanico de conocidos.
Dicen que los amigos de verdad pueden contarse con los dedos de una mano. Y también nos suena aquello de: quien tiene un amigo, tiene un tesoro.
Esas afirmaciones apuntan a ser ciertas, ya que la amistad es una relación que, partiendo del respeto y la aceptación mutua, recorre un camino en el que encontramos cosas como éstas:
• Confianza: Los amigos se muestran tal y como son el uno al otro, sin temores. Entre ellos se sienten “en casa”.
• Intimidad: Como prueba de la cercanía y la confianza de la relación, ambos se conocen bien, incluyendo aspectos menos brillantes de sus vidas, que no son accesibles para el grupo de conocidos.
• Apoyo: Ya que un amigo tiene interés en el bienestar del otro (y viceversa), hace aportes positivos en su vida, tanto cuando las cosas van bien como cuando se tuercen. Escuchan, opinan, celebran… comparten penas y alegrías.
• Lealtad: Siendo coherentes con ese apoyo, los amigos permanecen fieles al mismo. Se cuidan y se protegen, incluso a sus respectivas espaldas, y ambos tienen la seguridad de que el otro actúa de la misma manera.
• Perdón: Como humanos, ambos se equivocan alguna vez en algún punto de los anteriores. Lo hablan e intentan comprenderse, independientemente de cómo quede la relación después del error que sea. Unas veces pueden reconstruir la confianza. Otras, lamentablemente, no.
Esto nos sugiere que construir una relación de este tipo, usualmente, requiere su tiempo, así como una voluntad que comparten ambas partes.
Naturalmente, tú puedes llamar “amigo” a quien tú quieras. Pero el “tesoro” al que se refiere el conocido refrán, tiene pinta de referirse al tipo de relación descrita más arriba. ¿No te parece?