El dolor de perder a un hijo que no llegó a nacer
Ser madre es un acto que solo puede entender quien ha tenido un hijo, sin embargo, existe un doloroso limbo para aquellas mujeres que han llevado consigo por un tiempo determinado a una personita que ha venido formándose dentro de sí y que por alguna razón no logra sobrevivir… La mujer que ha llevado esa semilla dentro de sí, también es una madre, solo que no le fue posible extender en la práctica su rol.
Solo una mujer que ha vivido un embarazo es capaz de explicar el inmenso conjunto de sensaciones que se producen ante la presencia de un hijo en su vientre, todas las expectativas, todos los miedos, todos los cambios y sobre todo: el inmenso amor que se desarrolla desde el mismo momento en el cual se hace consciente de que dentro de ella, habita quien le cambia la vida por completo.
Cuando durante el proceso de desarrollo propio de la gestación se produce una interrupción, con la cual se va la vida de ese nuevo ser, la madre llevará consigo una serie de causantes de sufrimientos que quizás no sean evidentes para todos, pero para ella representa la muerte de su hijo, de ese ser que le ha despertado las mayores ilusiones, que aún sin poderlo ver se hace presente en sus sueños y que por motivos concretos o misteriosos no llegará nunca ni siquiera a ser arrullado por ella.
Además de perder a un pequeño antes de nacer, la madre puede verse afectada por pensamientos y sentimientos en los cuales exista la culpa, por sentir que hizo o dejó de hacer algo que pudo haber generado ese desenlace; miedo, por no saber si pueda volver a concebir y si pueda verse expuesta a la misma situación; rechazo a sí misma y frustración, por sentirse en posición de desventaja ante las mujeres que logran llevar un embarazo a término; por esta misma razón pueden sentir celos o inclusive envidia y algunas veces inclusive apenadas, por tener que explicar a quienes siguen su condición el nuevo estatus.
Adicionalmente existe un cambio hormonal al momento que se produce una pérdida que puede hacer más probable un cuadro depresivo, similar al que ocurre luego del parto, pero sin ninguna de las ventajas que trae consigo este último.
Todas las mujeres pueden presentar reacciones distintas, algunas inclusive pueden ver al bebé en gestación como un embrión con el que no hay mayor conexión y les es más sencillo superar una pérdida.
También es un factor importante el tiempo de embarazo al momento de presentarse la interrupción, mientras mayor sea el tiempo, mayores serán los efectos negativos en la madre. Obviamente porque a través del tiempo se fomentan los afectos, las costumbres, se puede llegar a sentir los movimientos e inclusive conocer las rutinas de ese pequeño ser en ese espacio. Así mismo la edad de la madre puede representar un factor de estrés adicional, así como si es primeriza o no.
Nos hemos centrado en el dolor de la madre, porque es sin duda la que de forma directa puede establecer un vínculo de mayor magnitud en la etapa de formación del bebé en su vientre, sin embargo, el padre de ese ser puede sufrir muchísimo, e inclusive quienes se encuentran allegados al cuadro de gestación sentirán el dolor de la pérdida, en las dimensiones en las cuales entiendan la maternidad y los afectos que hayan podido desarrollar durante el período gestado.
Aquellas mujeres que interrumpen su embarazo de forma voluntaria, pueden sentir parte de lo explicado anteriormente, sin embargo, han colocado en balanza las opciones y han decantado por lo que consideran lo mejor. No es la intención establecer juicio de valores alguno al respecto.
Lo cierto es que la pérdida de un hijo, aún en su etapa de gestación es una marca profunda para la mujer y solo ella es capaz de entender lo que eso significa. Todo el amor, tolerancia y comprensión proveniente de su entorno será beneficioso para aliviar la pena y seguir adelante.
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