Con el tiempo uno aprende a querer más… pero a menos gente
A medida que maduramos, que crecemos, que aprendemos a leer las señales de la vida, es muy probable que nuestro afecto lo dediquemos de forma más cuidadosa a quienes nos rodean. El tiempo es quien nos da orientación en cuanto a quienes merecen más nuestro amor y por el contrario quiénes salen de ese selecto grupo.
A medida que maduramos establecemos criterios de selección, somos capaces de reconocer más fácilmente la honestidad y la bondad en las personas y tenemos mayores argumentos para establecer filtros en cuanto a quiénes les dedicamos nuestro afecto y atención.
Por lo general ocurre que cuando comenzamos nuestro trayecto por la vida tenemos una capacidad de querer a muchas personas, de repartir afecto y atención a un círculo muy grande de personas, pero a medida que pasa el tiempo, cada quien va mostrando sus diferentes maneras de comportarse, de retribuir, de ser… Y esto lastimosamente puede resultar en lamentos y decepciones.
Afortunadamente en ese mismo tránsito donde nos damos cuenta de que muchas personas que queremos no resultaron lo que esperábamos y por algún motivo u otro, dejamos de apreciar, también existen personas que son las que vienen a nuestras vidas para instalarse en ella de forma definitiva y que cada día sentimos que merecen más de nuestro cariño, de nuestra atención, de nuestra buena energía y son ellas a las que querremos siempre cerca al menos a nivel de corazones.
Existen vínculos impuestos, que en las sociedades occidentales, básicamente están asociados a la familia, en los cuales debería reinar el afecto y éste trascender en el tiempo… Y luego están nuestras querencias elegidas, que corresponden a las personas cuya esencia se adhiere a la nuestra y que con un tanto de cuidado contaremos con ellas a lo largo de la vida.
Las decepciones en las relaciones interpersonales son muy frecuentes, en todo caso donde el ego tome participación, podrá un vínculo resultar amenazado. Las personas con frecuencia velan por sus propios intereses, enaltecen el dinero por encima de la amistad, violan códigos, irrespetan acuerdos, engañan, traicionan y mienten y esto, dependiendo de la magnitud de la experiencia abrirá paso a la ruptura del cariño y del respeto.
Lo ideal sería ir por la vida cultivando relaciones de calidad, incrementando nuestros afectos y procurando el bien para todo el que interactúe con nosotros, pero la realidad es que en muchísimos casos el tiempo nos dice que la situación ideal puede inclusive traducirse en utópica, porque a medida que vamos conociendo a la gente, nos damos cuenta de que muchas personas resultan descartables y unos cuantos podemos y vale la pena atesorarlos con el máximo cuidado para que permanezcan en ese lugar especial que tienen en nuestros corazones.