No te dejé de querer, solo acepté que no eras para mí
Aceptar un amor que no puede ser es una de las decisiones más valientes y a su vez más dolorosas con las que podemos enfrentarnos, amar a alguien y sentir la frustración de no poderlo demostrar, de no poder decirlo, de no poder vivirlo, es uno de los sabores más amargos a los cuales estamos expuestos en la vida.
No poder tener a alguien que queremos en nuestras vidas, puede resultar en una de las penas con la mayor capacidad de aprisionar nuestro corazón al punto de no darle la libertad necesaria para que lata sin dolor ni siquiera por nosotros mismo, menos por alguien más.
Mientras no se asimile y se acepte que no todo es como queremos, mientras no otorguemos a la vida el beneficio de la duda y entreguemos la carga de lo que representa un amor frustrado, no podremos en definitiva experimentar nuevas experiencias que nos permitan sanar el dolor y recomenzar.
El recomienzo no necesariamente implica sustituir o reemplazar una persona por otra, el recomienzo parte de la necesidad de limpiar nuestros sentimientos hasta que no nos produzcan dolor. Este proceso resulta más fructífero cuando lo hacemos desde nuestra consciencia, desde nuestro interior, sin que nadie más intervenga en él.
De esta forma, somos responsables de abrir nuestros ojos ante la realidad, somos responsables de entender cuándo un amor no está siendo correspondido, cuándo todas nuestras intenciones son insuficientes y cuándo debemos tomar el timón para dirigir en otra dirección nuestra nave.
Una vez que hemos aceptado, que nos hacemos responsables de hacerle entender a nuestro corazón que ya no se puede dar o esperar más, por sobrevivencia, por dignidad, por amor hacia nosotros mismos, comenzamos a sanar, comenzamos a ver las cosas desde otra perspectiva, nos abrimos al duelo de la pérdida y sufrimos un último dolor.
A partir de allí, a pesar de la intensidad, todo se torna más sencillo, cuidamos de nosotros en el proceso para salir lo más completos posibles… Cuando nos damos cuenta ya estamos cosiendo las heridas, juntando los pedazos que se han roto y abriéndonos poco a poco a ocupar nuestros espacios por afectos reconfortantes y convenientes a nuestro corazón.
Una derrota en el amor nos marcará de la forma cómo lo permitamos, no dejes que una mala página se convierta en un mal capítulo, saca provecho de la vivencia y agradece todo lo que te engrandezca. Una derrota siempre deja la experiencia, siempre deja el aprendizaje, nos hace más fuertes y más sabios para colocarnos otra vez en el campo… y no precisamente de batalla, sino del amor que nos merecemos y debemos cultivar.
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