Donde hay muchas excusas, hay poco interés
Podemos ser comprensivos y condescendientes en muchos casos, pero siempre bajo parámetros acotados. Si alguien solo puede ofrecernos excusas una y otra vez, esto normalmente encierra una incapacidad no declarada, una falta de compromiso o lo más común una falta de interés.
Las cosas salen mejor cuando surgen de forma espontánea, cuando no tenemos que estar de alguien para que lo haga, donde existe iniciativa, espontaneidad, donde hay interés, donde se está haciendo espacio, inclusive en la agenda más ocupada.
Bien dicen por ahí, que no hay agenda llena, sino una mala posición en la lista de prioridades. Esto aplica para cualquier ámbito, en ambientes laborales, en cualquier institución, en relaciones amorosas, etc. No podemos obligar a alguien a que modifique sus prioridades, mucho menos a que le nazca ejecutar determinada acción, pero lo que sí podemos es ubicarnos a nosotros mismos.
Es quien se ubica del lado de quien recibe las excusas el que debe dejar de esperar, el que debe dejar de procurar conseguir algo de quien con frecuencia otorga sus excusas. No estamos para perder el tiempo, menos para hacernos los que no nos damos cuenta de las cosas. Que nos presenten una excusa una primera, una segunda e inclusive una tercera vez (dependiendo de la situación), es aceptable, pero que se torne rutina nos coloca en una posición que nos obliga a tomar acciones y a analizar qué podemos rescatar de lo que está ocurriendo.
Evidentemente cada caso es particular, cada relación tiene sus prestaciones, pero el llamado de atención es común para todos los escenarios: No podemos seguir confiando en que recibiremos algo diferente a las excusas. Debemos tener claro que esa no será la vía para conseguir lo que requerimos, independientemente de lo que sea.
Muchas veces las personas pueden estar por diversos motivos indispuestas, o bien no les damos suficiente tiempo para reaccionar o resolver algo e incrementamos la intensidad volviéndonos un tanto molestos. Evidentemente dentro del análisis, cabe asegurarnos de que no hemos actuado en contra predisponiendo a la otra persona, invitándola a generar excusa tras excusa.
Independientemente de la situación cada quien debe analizar si siente que están aplicado ante sus demandas o ante lo que espera que normalmente ocurra, tácticas evasivas a través de excusas constantes y buscar alternativas que dejen de exponerlo a ese tipo de reacciones.
Cada quien debe poder darse a sí mismo el lugar que le corresponde y merece, y es justo allí donde suele estar el fallo, normalmente cuando permitimos que alguien nos coloque en lugares poco privilegiados dentro de sus escala de prioridades, esto es lo que estamos de alguna manera proyectando y tiene su origen en lo que creemos merecer. Así que el sentirnos merecedores de atención, de respeto, de tiempo, etc., será el punto de partida para lo que nos gustaría recibir.
Por: Sara Espejo – Rincón del TIbet