Nunca sabrás todo lo que doliste
Sí, hoy podría decir que estoy bien, que ya lo peor ha pasado, que a pesar de creer que el dolor me consumiría por completo, estoy aquí, de pie, completa. No puedo negarlo, no soy la misma, estoy reconstruida, tuve que rearmarme pedazo a pedazo, trozos muy pequeños, que tuve que encontrar en medio del desastre por todo lo que me doliste.
Mis lágrimas se secaron, en algún momento ya mis ojos decidieron que no eran necesarias, que ya me habían limpiado desde mi interior lo necesario como para poder ver con una mirada más limpia, más clara, con más optimismo.
Hubo momento que sentí que mi alma estaría triste para siempre, pero luego me di cuenta de que mi alma no tenía nada que ver con mi tristeza. Para ella todo estaba bien y aguardaba pacientemente que yo aprovechara todo aquel desastre emocional para crecer, para sacar una mejor versión de mí… Sé que de vez en cuando intentaba guiarme, pero la mayoría de las veces la silenciaba con rapidez, me bastaba cualquier recuerdo que me hiciera daño para olvidar por completo esa dulce voz que me invitaba a tener confianza en todo lo que estaba ocurriendo.
Yo estaba repleta de emociones que me sacaban de centro, sentía rabia, frustración, impotencia, ganas de echar el tiempo atrás, sin saber claramente si con intenciones de tomar un rumbo en el que no estuvieses o de hacer las cosas diferentes contigo.
No dejaba entrar a nadie a mi vida… Y así transcurrió mucho tiempo. Algo así como cuando tienes tu casa desordenada y te avergüenzas si alguien llega ver el desastre que tienes… Nada en mi vida estaba en orden y sentía que era demasiado evidente a quienes mostraban alguna intención de adentrarse un poco más.
Los recuerdos me atormentaban, el pensar en lo que pudo haber sido y no fue me robaba energía vital y los: “y si hubiese…” eran una constante en mi diálogo interno. Sentía mucha culpa, pero a la vez me victimizaba, asumía responsabilidades que no me correspondían y me castigaba por no haber manejado situaciones de una manera diferente.
Doliste demasiado. Tentada estuve mil veces a buscarte, a hacértelo saber, a compartir contigo el curso que había tomado mi vida, por lo que consideraba tu culpa. Quería que te sintieras mal, no se me pasaba por la mente sin generarme angustia extrema que pudieses ser feliz, solo o acompañado, calladamente deseaba que tu vida se hubiese convertido en un infierno parecido al mío.
Pero todo pasa, con propiedad hoy puedo decir que absolutamente todo es transitorio. Aceleras el proceso cuando cambias dolor por perdón, hacia ti y hacia quienes estén involucrados en tu pena, cuando decides recomenzar, cuando entiendes que se acabó un proyecto, no la vida, cuando te das la oportunidad de mirar diferente y de fluir con el proceso.
Hoy sé que fuiste necesario en mi vida, que inclusive todo el dolor era necesario para hacerme quien soy hoy, pude haber continuado en mis malas decisiones y hacer de mí alguien diferente para mal, pero no fue así, me hice más fuerte, más madura, más realista. Hago las cosas de una manera distinta y busco otras cosas en la gente y lo que más me enorgullece es que mi capacidad de amar no se limitó, por el contrario se multiplicó… Doy lo que llevo dentro, doy lo que me gustaría recibir, amo como me gusta ser amada… Y mucho de ello, te lo debo a ti y quizás a todo lo que me doliste.
Aunque me doliste como nadie, por fin te he superado…
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet