Muchas veces la amistad hace mucho más que la sangre
La amistad de una persona puede ser el vínculo más preciado que alguien pueda tener en la vida. Escogemos a esas personas, cultivamos la amistad y construimos una dinámica que funcione de manera particular para ambas partes.
El compromiso familiar puede tener un peso considerable, sin embargo, es bien sabido, que en los momentos más críticos, muchas veces quienes toman más acción son aquellos a quienes llamamos amigos, que no son otra cosa que la familia que seleccionamos, por afinidad, por preferencia, por circunstancias y a quienes aprendemos a conocer y a querer incluso más que a cualquier familiar.
Los momentos en donde la buena fortuna está presente es un buen imán para llamar a nosotros a todo tipo de afectos, los más sinceros y los más oportunistas. Son los momentos difíciles los que nos permiten filtrar nuestros círculos y saber con quiénes contamos realmente.
El hecho de que alguien no esté cuando lo necesitemos no significa que merezca nuestro desprecio, sin duda hay muchísimas justificaciones para este tipo de actitud, algunas con mayor validez que otras. Sin embargo, merecen un gran reconocimiento, aquellas personas que dijeron presente en los momentos más complicados para nosotros, son estas personas las que demuestran que tienen la intención de sacrificar su comodidad, invertir su tiempo y ofrecernos cualquier tipo de apoyo, con tal de hacernos sentir mejor o ayudarnos a superar una determinada situación.
Si podemos contar con la amistad de al menos una persona que esté allí de manera incondicional para nosotros, que podamos darles esa posición privilegiada de llamarle mejor amigo, sin duda podemos considerarnos realmente afortunados. Porque muchas veces podemos tener mucha gente alrededor, pero sentirnos realmente solos o bien, darnos cuenta de que en los momentos más ajustados, no tenemos a nadie en quien soportarnos.
Valorar la amistad de las personas, inclusive aquellas que llevan la misma sangre, es una de las mejores inversiones que podemos hacer. Cultivar el afecto, ser recíprocos, estar cuando nos necesitan, apoyar o simplemente acompañar, no solo será beneficioso para la otra persona, sino que lo será para nosotros, porque el dar llena muchas veces más que el recibir… Y sin que sea el fin, no hay nada que demos que no vuelva a nosotros, no necesariamente de la misma persona, pero de seguro como un eco volverá.
Un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo será siempre un hermano. Demetrio de Falero
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet