A veces el problema es que decimos adiós, pero dejamos la puerta abierta
Muchos nos podemos ver identificados en estos casos, en los cuales no terminamos de dar fin al problema en nuestras vidas. Dejamos abierto un espacio, dándole cabida a cualquier tipo de interacción. Los problemas no los cerramos por múltiples motivos, pero normalmente podemos identificar los siguientes:
- No queremos dar algo por terminado.
- Tenemos la esperanza de retomar una relación.
- Pretendemos un tipo de relación diferente a partir de la que hemos dejado.
- Tememos arrepentirnos a posterior.
- Pretendemos guardar la oportunidad de respaldo.
Sea cual fuese el motivo, no es saludable dejar las puertas abiertas a los problemas.
La vida da muchas vueltas, quizás hasta nos coloque dándonos una segunda oportunidad con algo o alguien de nuestro pasado. Pero si esto ocurre, resultará mejor cuando los que estamos involucrados hemos cerrado nuestros ciclos y hemos decidido abrir uno nuevo, que cuando es la continuación de algo a lo que nunca supimos dar cierre.
Cuando no podemos cerrar el capítulo del problema, esa puerta abierta se ve obstaculizada. No podemos disfrutar de nuevas oportunidades, estamos en constante comparación y hasta en un conflicto interno, tratando de decidir qué resulta más conveniente para nuestras vidas.
El dejar abierta la posibilidad puede traernos muchos conflictos, pero pueden llegar a doler más cuando solo una de las partes se ha inclinado por esta posibilidad (en el caso de que se tratase de relaciones), mientras que la otra, ya da por terminado todo y le abre paso a lo nuevo que tiene la vida para ofrecerle.
Quien tiende a dejar puertas abiertas, no solo lo hace con una, sino que normalmente lo hace con la mayoría de sus vivencias. Como no asume un cierre de ciclos, es bastante probable que se pierda los puntos positivos, en donde se digieren los aprendizajes, donde las personas se renuevan, se comprometen consigo mismas y buscando la posición de mayor comodidad, terminan por perder las oportunidades que nos brinda el poder cambiar de historia.
Raras veces estaremos completamente seguros de estar tomando las decisiones más convenientes en nuestras vidas, pero la respuesta ante la duda no debe ser el ir por la vida pronunciando “adioses”, que no van acompañados por un cierre de puertas.
Cada decisión tiene una consecuencia y debemos ser valientes para asumir inclusive que nos equivocamos y en todo caso enmendar lo que consideramos un error. Sin embargo, a esto le podremos siempre sacar mayor provecho que al hecho de dejar oportunidades abiertas cuando ya hemos decidido decir adiós.
Por: Sara Espejo