RINCÓN del TIBET

Ver el amor de forma diferente, es parte de madurar

diferente

Madurar es ver el amor de forma diferente, es enamorarse del alma de las personas

A medida que pasa el tiempo, muchas de nuestras creencias cambian, nuestra perspectiva es diferente y el amor… la forma de amar, se vuelve más madura, más de esencia, más de alma.

Todo en la vida tiene etapas, lo que hoy nos enamora, ayer probablemente no nos llamaba la atención y probablemente mañana lo veamos como algo intrascendente… A medida que vamos madurando, entendemos el amor de una manera diferente, más profunda y algunas veces, más sencilla. Nos formamos conceptos más claros de lo que representa el amor para nosotros, qué es lo que realmente tiene importancia y qué es lo que se espera en una relación.

El tiempo nos enseña a ver diferente, con los ojos del corazón, a apreciar lo auténtico, a vibrar desde lo más profundo, nos sentimos más libres de expresar nuestros sentimientos desde nuestro propio ser y somos más capaces de reconocer en el otro lo que va debajo de cualquier rol interpretado, es desnudarse sin quitarse la ropa, es ver a través de los ojos lo profundo del alma y entender que justo allí reside el amor.

La vida tiene una forma particular de transcurrir, puede ser que cuando ya hayamos aprendido, ya hayamos perdido lo que más hemos amado. Usualmente le damos importancia a cosas que luego el tiempo nos enseña, que no tenían el peso que en algún momento les dimos… La experiencia solo nos sirve para darnos cuenta de qué era o no trascendental… Que aquellas discusiones no tenían mucho sentido y que hubiese bastado con un simple gesto de amor o un bajar de las armas para que las cosas tomaran un rumbo más armonioso.

No nos sirve de nada extrañar lo que vivimos en nuestro pasado, nos genera nostalgia, tristeza, perno nos sirve de mucho ver qué tanto aprendimos, qué somos ahora gracias a cada una de nuestras experiencias, cargadas todas con aciertos y desaciertos, nos sirve para notar la diferencia en lo que nos llama la atención… Y sí, también es probable que no maduremos nunca, que sigamos cometiendo los mismos errores, en la misma o en diferentes caras, pero lo normal es que cambiemos con la vida, que crezcamos con ella.

Y dentro de ese crecimiento podamos dar un valor más justo a cada una de las cosas que vivimos, que podamos apreciar la esencia del otro y aceptarlo con virtudes y defectos, que podamos a través del amor dar lecciones de vida, en vez de hacerlo a través del ego, buscando herir, ubicar o desencajar al otro. Siempre podemos ser mejores, cada vez que nos conozcamos y nos conectemos más a nosotros mismos, tendremos mayores probabilidades de enamorarnos de lo profundo, de lo que va más allá de lo que creemos desconocer.

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