RINCÓN del TIBET

Los besos no tienen límites

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Los besos no tienen límites

Una de las escenas que más me han conmovido del cine contemporáneo es aquella en la que el protagonista de Nuevo Cinema Paradiso, un filme del italiano Giusepe Tonatore, proyecta la cinta que un viejo proyeccionista le había dejado como herencia. El entonces travieso niño causante del incendio del cine -único medio de distracción de su pueblo- había regresado convertido en un prestigioso realizador que no obstante su consolidada obra, queda sobrecogido ante aquellos metros de cinta que el amigo de la infancia le había guardado celosamente: los besos apasionados, furtivos, casuales, sensuales, fríos, robados… que el cura del pueblo había censurado sistemáticamente a los filmes de la época.

Los besos no tienen límites

Méritos artístico aparte, vale recordar que durante mucho tiempo los besos fueron un acto prohibido, pecaminoso, admisible solamente en la intimidad y que incluso en esas circunstancias, más que sonrojo, era motivo de vergüenza para muchas mujeres.

Afortunadamente las costumbres han cambiado y besarse se ha convertido en un saludo frecuente y hasta en una moda para ciertas generaciones. Existe el beso en una mejilla, o en las dos que se emplea como saludo informal, el beso afectivo -ya sea en la frente, la mano o la boca- y hasta el beso de Judas.

No obstante el acto de poner los labios de una persona sobre los de otra, permanece como un ingrediente obligado y certero de la seducción.

Más allá del uso social del acto, la boca, los labios y la lengua, son zonas erógenas que se despiertan en un primer contacto íntimo y extienden la alerta que en forma de placentero cosquilleo nos recorre el cuerpo cuando recibimos un beso de amor.

Ese primer beso es clave para el futuro de la relación. Digan lo que digan, las mujeres los preferimos afectuosos, que nos inspiren pasión, y también confianza en la otra persona.

Pero los besos no tienen límites y pueden darse -y recibirse-de muchas formas y en muchas partes del cuerpo. Según la bibliografía científica, el beso apasionado libera oxitocina, esa hormona que participa del enamoramiento, el orgasmo, el parto, la lactancia, y que está asociada a la ternura, a lo afectivo, al sentido del tacto. La pasión, por su parte, libera adrenalina y eso incrementa el ritmo cardiaco, la tensión arterial, y la glucosa en sangre, de ahí que el acto mismo de besar sea un remedio suficiente contra la depresión y otros males del espíritu.

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